Cotidiano, una palabra que chirria al oído, una palabra que nos remite a lo usual, a la rutina a aquello que damos por sentado y que la mayoría de las veces no llama nuestra atención.
Cotidiano es un adjetivo que hace referencia a algo diario, habitual o frecuente. Por ejemplo: las peleas son algo cotidiano a la salida del boliche, tomar café en el desayuno forma parte de mis actividades cotidianas pero, y si nos planteamos la idea de que lo cotidiano puede ocultar lo inusual. Interesante ¿no?
Pensemos entonces que esperar el subte es un acto de todos los días pero ¿Y si de golpe una conversación inesperada con un desconocido trastoca la rutina del protagonista?
Hacer la fila en el supermercado es algo que todos soportamos pero ¿Si alguien ve algo sospechoso en el carrito de otra persona y se obsesiona y lo persigue y lo investiga? Entonces lo cotidiano se torna raro, insólito, se torna tema de una historia, de un cuento, de un relato.
En la escritura esa es la magia de la literatura que está en todas partes, que nos espera a la vuelta de cada esquina por eso déjame contarte que existe una corriente muy rica y profunda dentro del panorama literario, una corriente que se nutre de lo cotidiano. Es así como nacen esas historias que se centran en los actos comunes, en la rutina, historias que se nutren de emociones simples y escenarios habituales de la vida diaria. Es la que llamaremos “literatura de lo cotidiano” donde la magia de las palabras torna extraordinario lo ordinario, inusual lo frecuente. Este tipo de literatura no busca grandes hazañas épicas ni escenarios extraordinarios, sino que revela la belleza, la tensión o el significado oculto en lo aparentemente banal.
Se enfoca en lo íntimo y lo doméstico, se exploran relaciones familiares, tareas diarias, rutinas laborales, actos cotidianos aparentemente banales. Los protagonistas son personajes comunes gente sin atributos heroicos, con conflictos internos más que externos.
Estilo sobrio o introspectivo
Lenguaje simple, observador, a veces minimalista, con mucha atención al detalle.
Temas existenciales a través de lo simple
Reflexiones sobre el tiempo, la soledad, el sentido de la vida, la memoria, a partir de situaciones aparentemente triviales.
Los autores no elucubran situaciones complejas ni tramas intrincadas, no se necesitan una guerra o un crimen para contar una gran historia. A veces, una comida fría, una llamada no respondida o una tarde cualquiera son suficientes para revelar verdades profundas. El secreto es la observación minuciosa de la vida diaria, eso nutre las historias y de golpe pone en valor aquellos momentos aparentemente insignificantes que, al ser contados con honestidad y sensibilidad, revelan la complejidad y belleza de la existencia.
Esto sucede por ejemplo en el cuento “Un día más” de Raymond Carver en su antología de cuentos De qué hablamos cuando hablamos de amor.
En este cuento, una pareja está en una cena sencilla, conversando y observando su vida cotidiana. La trama comienza con lo que parece una charla trivial sobre los detalles de la rutina diaria: un poco de comida, algunas palabras sobre el trabajo y la vida, pero conforme avanza, Carver nos lleva a descubrir la inquietud y frustración emocional de los personajes. La conversación se va tornando más tensa, mientras el marido empieza a reflexionar sobre lo que le falta en su vida y lo que realmente desea. Lo que comienza como una conversación aparentemente sin importancia, se convierte en una profunda reflexión sobre la insatisfacción personal y las fracturas emocionales que acechan a las parejas. Carver transforma lo cotidiano, un momento común de una cena, en un punto de inflexión emocional que revela las tensiones subyacentes de una relación. La esencia de la cotidianidad nos muestra que lo ordinario puede transformarse en un escenario repleto de significados, emociones y conflictos humanos universales.
También Alice Munro, cuentista canadiense y premio Nobel retrata la vida cotidiana de mujeres en pequeños pueblos. La habilidad de esta escritora no tiene límites y como todo maestro que se precie de tal, Munro fiel a su estilo no solo manipula lo cotidiano sino que incluso dicta una clase magistral de intertextualidad en su cuento “Material” del libro El progreso del amor. La narradora, una mujer divorciada, recuerda su matrimonio con Hugo, un escritor que ahora ha alcanzado cierto éxito. Reflexiona sobre su vida pasada cuando lee un cuento escrito por él, basado en una experiencia aparentemente banal: una visita de ambos a una excéntrica vecina, Dotty, cuando aún estaban casados. Lo extraordinario surge cuando la narradora ve cómo un episodio doméstico y olvidado ha sido transformado en literatura. Esto la obliga a reconsiderar su pasado, su relación con Hugo, y su propia comprensión de los eventos que compartieron. Lo que para ella fue un momento trivial o molesto, Hugo lo convirtió en arte.
Y sin necesidad de viajar hacia otras fronteras, anclados en mis raíces aparece Julio Cortázar y su maravilloso, extraordinario, increíblemente perturbador cuento “La salud de los enfermos” que forma parte de su antología Todos los fuegos, el fuego.
El cuento gira en torno a una familia que para proteger la frágil salud de la madre decide ocultarle la muerte de uno de sus hijos, Alejandro. Lo que comienza como una mentira piadosa se convierte en una red de engaños sostenida a lo largo del tiempo, mediante cartas falsas, anécdotas inventadas y rutinas cuidadosamente construidas. La historia se desarrolla en un ámbito doméstico completamente cotidiano: una casa, una madre enferma, hijos atentos. Sin embargo, lo extraordinario aparece en cómo esa rutina se convierte en una ficción elaborada y colectiva, con reglas, complicidades y consecuencias emocionales profundas. Cortázar toma una situación familiar común, el cuidado de una madre anciana, y la transforma en una reflexión inquietante sobre la verdad, la ficción y el poder del relato dentro de lo cotidiano. Lo asombroso no llega desde afuera, sino que nace dentro de la propia normalidad, manipulada con ternura y desesperación por los personajes.
Katherine Mansfield es también una maestra en mostrar cómo pequeños eventos en la vida cotidiana pueden desencadenar revelaciones significativas sobre la identidad y el lugar de una persona en el mundo. La historia toma una situación rutinaria y aparentemente inofensiva y la convierte en un reflejo profundo de la fragilidad emocional y la autoimagen. Esto sucede en el cuento “La señorita Brill”, perteneciente a la antología El Garden Party.
La señorita Brill es una mujer solitaria que todos los domingos se sienta en un banco en el parque para observar a la gente, especialmente a las parejas jóvenes que pasean por allí. Ella disfruta de su papel como observadora de la vida, sin involucrarse demasiado.
Durante uno de esos días, se percata de una conversación entre dos jóvenes, quienes se burlan de ella sin que ella lo sepa. Este incidente la conmueve profundamente, alterando su percepción de sí misma y sus emociones haciéndola replantearse toda su personalidad.
El aroma del café recién hecho, la sonrisa de un niño, el silencio de una habitación vacía, una tarde lluviosa de otoño, todo lo que a primera vista parece una simple anécdota del día a día, puede convertirse en una obra maestra. La literatura de lo cotidiano es un testimonio vivo de la importancia de lo real y lo cercano, un testimonio vivo de las pequeñas historias que conforman la experiencia humana, de la vida tal como es, sin embellecimientos innecesarios. Una demostración más de que la literatura puede convertirse en un medio para conectar con la realidad, en un recordatorio de que la vida, en su forma más pura, es un entramado de momentos llenos de significado.
Una vez más la literatura nos da una herramienta para comprender la complejidad de la existencia humana en un claro homenaje a la autenticidad y a la belleza de la vida diaria.

Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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