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Las Correcciones – Jonathan Franzen

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La correccionesFranzen se ha convertido hoy por hoy en el niño mimado de la crítica estadounidense. Lo han comparado con Don Delillo, con William Faulkner (me parece excesivo), con John Steimbeck y aunque por ahora a Franzen el Nobel le queda grande tiene una carrera por delante y la ha iniciado brillando como el mejor.




Como Delillo, Faulkner, Steimbeck sin dejar de mencionar a John Irving, Philip Roth, David Wallace y tantos otros. Se lo ubica como representante de una generación de jóvenes y talentosos escritores de lengua inglesa entre los cuales se hallan: William T. Vollman, Richard Powers, A. M. Homes, o Mark Layner.  Franzen se instala desde el realismo para mostrar la asfixia de la sociedad de su época, para recrear a una familia típica del Medio Oeste norteamericano, los Lambert, y desde ellos a tantas otras familias en la decadente sociedad contemporánea anterior al 11 S. El afán de búsqueda de la verdad y de la felicidad, la necesidad de corregir errores para no repetirlos aprisiona a los personajes y da nombre a la novela. Las correcciones es una novela inquietante, perturbadora. Nos inquieta como miembros de una sociedad que va perdiendo valores morales y espirituales a una velocidad pasmosa. Nos perturba porque nos reconocemos en cada personaje de la familia Lambert ya que Franzen elige partir de ese núcleo social para mostrarnos de qué forma, a gran escala, muchas familias como los Lambert forman un barrio, una ciudad un país, un continente, un mundo. Franzen nos propone entrar en el mundo de la familia Lambert desde un juego de despiece psicológico de sus personajes que maneja con la habilidad de un titiritero. Todos adolecen de culpas, de deslices, y entonces el desasosiego y la insaciabilidad se instalan en sus vidas y los impelen a buscar una salida, a corregirse. Los Lambert han sido una familia típica del Medio Oeste norteamericano una familia que por una razón u otra y por cientos de razones se ha desmembrado, han dejado de ser ese núcleo sólido y fuerte donde todo es posible porque la unión hace la fuerza. Pero la dispersión de cada uno en pos de ideales aparentemente iguales pero disímiles es lo que marcó el devenir de la vida de cada uno de sus integrantes y ese presente donde lo imposible: corregir el pasado, generar un nuevo presente, es lo único que pareciera quitarles el aire. No es casual que Franzen tome el Medio Oeste como centro de la acción que muestra la decadencia de una sociedad, ya que para los norteamericanos el Medio Oeste siempre ha simbolizado los valores tradicionales del país. La novela se articula en torno a una familia integrada por Alfred y Enid que han superado los 70 años y por sus tres hijos: Gary, Chip y Denise. Alfred ha sido un padre autoritario,  severo y autoexigente. Moral y moralista, Albert tiene entre sus tres hijos un preferido: Chip quien sin embargo siente que de niño, su padre le ha hecho la vida imposible. Transita los últimos días de su vida atacado por el mal de Parkinson y una demencia senil que lo lleva a convertirse en la antinomia de lo que siempre fue, un hombre activo, práctico y sagaz. Esta decadencia física lo somete de alguna forma a los demás, Alfred depende de los demás y es quizás el peor final de alguien que siempre tomó las riendas de su vida de acuerdo a su moral y auto exigencia. Su esposa Enid representa esos valores del Medio Oeste que los norteamericanos se niegan a reconocer que han perdido. Enid niega que todo lo que les sucede sea una catástrofe, niega que sus hijos no sean el modelo que ella ha soñado, niega que su marido nunca le ha dado la ternura necesaria, niega haber prescindido de su idiosincrasia como mujer para ser únicamente un buen ama de casa, y durante la novela la obsesiona reunir a toda la familia para Navidad. Enid simula disfrutar la vida, anhela parecerse al resto de sus amigas, aunque por dentro suyo sabe que la sociedad entera va perdiendo rápidamente moralidad. En un último manotazo por hallar placer en medio del displacer recurre a los psicofármacos. Gary es el hijo mayor y transita un matrimonio en crisis, es también un exitoso directivo de un banco de inversiones y en apariencia es un triunfador aunque en su interior se está derrumbando al mismo ritmo en que la sociedad se derrumba. Criado dentro de esos valores morales de que su padre se ufanó siempre, Gary lucha por no ser absorbido por el consumismo y la mediocridad que en la novela está representado a la perfección por su esposa Caroline y sus hijos. Chip es el hijo del medio y como tal quizás el que más conflictos acusa y sin embargo, el más rescatable ya que Chip se permite reconocer que es un ex profesor universitario, un frustrado escritor de guiones cinematográficos,  un desocupado que muchas veces no tiene ni para comer y desde su infancia un solitario irrecuperable. Denise es la hija menor, casi perfecta en su adolescencia, abandona la universidad para convertirse en una chef exitosa. Rechaza el destino de esposa ejemplar y se permite en su adultez un matrimonio con un hombre mucho mayor que ella, se permite el divorcio que según su madre es inaceptable y en el colmo de ese permitirse, y buscarse a sí misma, se reconoce lesbiana y se asume como tal, alejándose definitivamente del ideal de mujer que su madre soñó para ella: una esposa fiel y una madre abnegada. Enid sueña con una hija que de alguna manera sea como ella eso la compensará del error de no haber sido feliz y al mismo tiempo reivindicará su postura de lo único que se atrevió a ser: esposa y madre, sin embargo Denise como muchas mujeres de esa época (finales del siglo XX) desmienten que la vida sea solo eso y se dedica simplemente a vivir y ser. Las correcciones está narrado en tercera persona y siguiendo un estilo indirecto libre entra en todos y cada uno de los personajes permitiendo al lector casi escuchar sus voces, casi sentirse en la piel de Alfred, Enid, Gary y Chip.El manejo del tiempo no es lineal y a medida que Franzen entra en sus personajes pinta el pasado que los ha convertido en lo que son.

 

La prosa de Franzen es incisiva y no deja de lado casi ningún vicio del ser humano en un mundo donde el consumo y la especulación unidos al miedo al fracaso, hacen de cada uno de nosotros seres alejados de nuestra esencia. Jonathan FranzenLas correcciones es una pintura de la sociedad norteamericana (y de otras) de finales del siglo XX que intenta decirnos a modo de metáfora reiterada en la vida de sus 5 personajes principales, que nos hemos equivocado como sociedad y que corregirnos será, a esta altura tan necesario como utópico. 
No puedo dejar de recordar “Una mujer difícil”, de John Irving, escrita con el recurso de ir armando la vida de los personajes fragmentando instantes pasados y reuniéndolos para completar la historia, con un manejo del tiempo flexible que se asemeja al recurso estructural de Franzen en esta atrapante novela que sin duda lo catapultará más lejos de lo que él supone.

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