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Libertad – Jonathan Franzen

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LibertadLa libertad, suele decirse y no sin fundamento, es el bien más preciado de todo ser humano. La libertad nos proclama dueños de nosotros mismos y el ser humano que sea dueño de sí mismo, será dueño de la libertad de vivir que es en definitiva la obligación que todos tenemos, siempre que se entienda que vivir no es lo mismo que sobrevivir.

 

Franzen elige esta última opción: sobrevivir, para contarnos su historia: Libertad. Libertad es una novela donde justamente la libertad es ese bien tan preciado que todos sus personajes anhelan pero que ninguno logra alcanzar. Desde el excelente manejo psicológico de los personajes Franzen logra ubicarnos una vez más en el torbellino de una sociedad que inmersa en valores equivocados lanza a sus actores (los seres humanos) a vivir una vida donde la libertad está cercenada desde todo rincón donde un alma se mueva.Jonathan Franzen-Libertad A través de capítulos intercalados es posible ver cómo la vida familiar de los Berglund y la propia Norteamérica se despedazan en el contexto histórico del ataque a las torres gemelas, la guerra de Afganistán y la invasión a Irak. La historia nos muestra la transformación de Patty de una madre ejemplar a una mujer imbuida en la depresión y la bebida, la degradación de Walter como hombre y activista, el derrumbe de Richard drogadicto, mujeriego y músico de rock y Joey, el hijo mayor de los Berglund, que juega el papel del hijo Republicano que ningún padre progresista como Walter, querría tener y que sin embargo sirve de moraleja en un final paradojicamente feliz. Veamos a sus personajes uno por uno. Patty ha sido una campeona del baloncesto estudiantil, ordenada, metódica y consciente de esa meta trabaja duramente durante su adolescencia para imponerse como deportista. Sin embargo, su familia está lejos de valorar esas destrezas y su madre, una activista política destina halagos para sus hermanas distantes años luz de la chica perfecta y deja a Patty desamparada de la aprobación necesaria. Patty termina renegando de la deportista y se lanza a la búsqueda de la aprobación. Primero su amiga Eliza, drogadicta y mentirosa compulsiva la hace vivir una historia de mentiras donde la amistad parece ser lo más importante y termina siendo una necesidad del otro (Eliza) y entonces Patty se lanza a buscar un hombre que la contenga, que la aprecie, que la haga sentirse realizada. Llega Walter a su vida. Un hombre metódico y un ecologista a ultranza que ama incondicionalmente a Patty y la mima a tal punto que esa incondicionalidad hace de Patty una disconforme, nada puede ser del todo válido si no hay lugar para error. Y consciente de que el error es lo que la hará crecer Patty yerra una y otra vez. Mantiene una relación furtiva y especial con Richard, el mejor amigo de Walter, consciente hasta lo indecible a su hijo Joey que finalmente abandona el hogar paterno para irse a vivir con una vecina, su hija termina siendo más adulta que ella y Patty una vez más está encerrada en sí misma y lucha desde una depresión para cortar los lazos con el mundo y ser ella misma: ser libre de los condicionamientos que la sociedad impone o que nos imponemos frente a la sociedad. Richard es otro de los personajes que puede aparecer como secundario pero que es definitorio de la libertad que es sin duda el leit motiv de la novela. Richard es un músico reconocido pero él no se reconoce, es un seductor incuestionable pero él no se acepta como tal. Richard se siente un fracasado, un mentiroso y un perdedor cuando se compara con Walter que ha logrado una familia a pesar de que la felicidad no le llega con eso. Porque Walter es un ser demasiado bueno para este mundo, una persona que defiende ideales demasiado utópicos en un mundo que va por el carril contrario al de Walter. Walter a su manera busca ser libre de ese consumismo, de ese belicismo que países como en el que le ha tocado vivir (EE.UU.) detentan como cualidades y que él desconoce como virtudes. Ecologista, humano, sensible, feminista, fiel (a su mujer a su amigo) buen mozo y poco engreído está tan lejos de la sociedad donde se mueve que busca soluciones a lo insalvable: frenar el crecimiento demográfico y fundar un mundo nuevo y más equitativo para todos. Ese sería su ideal de libertad: inalcanzable desde la mirada de Franzen en la sociedad donde sus personajes se mueven.

 

Como su anterior novela "Las correcciones", es éste un libro agobiante. El sostén de la historia son sin duda sus personajes tan ficticios como reales, tan reconocibles en cualquier vecino, tan parecidos a nosotros que asusta la certeza de verlos derrumbarse uno a uno buscando una salida que parece no existir. Franzen tiene un dominio del escenario y de los actores tan magistral que nos grita sin gritar a viva voz que la sociedad nos está encerrando a todos en un camino sin retorno y hallar la verdadera libertad es a todas luces un fracaso desde el vamos. No somos libres, no nos pertenece el libre albedrío en un mundo convulsionado donde los valores se han revertido y las metas no son claras al ser humano solo le queda seguir braceando en un mar de errores y sinsabores donde ni la libertad ni la felicidad parecen tener cabida a menos que optemos por el despotismo y nos convirtamos en sus vasallos.

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