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La delicadeza – David Foenkinos

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Delicadeza es exquisitez. Delicadeza es elegancia. Es suavidad y finura, y la actitud de una persona, su forma de expresión. Delicadeza también pueden ser escrúpulos, melindres, mesura, discreción. En fin, que una palabra puede ser tantas cosas como contextos donde se desarrolle una acción que la contenga.




La delicadeza de David Foenkinos, tiene un poco de todo eso, es una verdadera mezcla mesurada de buen gusto que nos aleja de lugares y hechos comunes sin aislarnos de la realidad, una prueba más de que un tema gastado puede contarse evitando los clichés. No es una novela de romance y sin embargo parte de la búsqueda del amor y la aceptación, de la revancha en materia sentimental, de la segunda oportunidad que cualquiera de nosotros puede estar buscando y que bien podrían haber hecho que el autor nos entregara una historia de amor más. No, La delicadeza no es una historia de amor más y sin embargo lo es, y es que Foenkinos cuenta lo que muchos han contado con la delicadeza de un escritor que poco a poco se fue abriendo camino en el sendero de las letras a fuerza… justamente, de delicadeza.
Una novela que rompe en cierta forma con las historias tradicionales que acaban siendo éxito de ventas. Transitamos sus páginas inmersos en una especie de refinamiento discreto. No hay extremas explosiones de romanticismo, aunque contiene romance, no hay exageradas muestras de empalagosa sensiblería, aunque la sensibilidad roza al lector con cada palabra. Es ante todo una novela creíble, una historia mesurada, repito la palabra porque creo que de eso se trata esta forma de narrar y no hay necesidad de sinónimos ni de eufemismos para describirla y calificarla.
La historia aborda los temas de la felicidad conyugal, el dolor, la sensación del descubrimiento del otro, la sensualidad y el deseo. Está compuesta de pequeños capítulos que enlazan las situaciones de forma ocurrente, ligera y bucólica sin caer en la ligereza ni en el mal gusto. Es un libro que se lee fácilmente, una prosa cuidada pero no elevada, recursos sencillos pero no vulgares y, sin ser una historia humanista ni conciliadora en sus intenciones, nos deja con una sensación de reconciliación y de esperanza con nuestros pares. 
Nathalie, su protagonista, no se destaca del común más que por la manera que tiene de recoger su pelo por encima de la nuca. Sin embargo lo que parece distinguirla es el hecho de ser “una mujer afortunada”. Todo le sucede sin buscarlo: conoce en la calle a un muchacho y van a tomar algo. Ella elige el jugo que él espera, y a ella la cautiva ese ligero pero encantador estrabismo de él. A los diez minutos tienen la sensación de conocerse de toda la vida. “No había silencios incómodos, no se sentían tensos ni cortados.” En las primeras treinta páginas, Nathalie se pone de novia, se casa de blanco con fiesta, y pasa cinco años junto a François envueltos en una felicidad “que podía dar miedo”. Hasta que en la página treinta y uno, él sale a correr, lo atropella un auto y muere. 
Nathalie transita un duelo con el dolor a cuestas pero sin exageradas muestras de depresión, no cae en un pozo sino que se sumerge en el abismo del dolor serena y con naturalidad, consciente o inconsciente de que en algún momento tocará fondo. No podemos menos que concluir que de eso se trata la vida real: entrega y confianza al creer que a pesar de todo, adelante nos espera lo mejor. Y es que La Delicadeza es también un canto sin estridencias a la esperanza. “Uno se abandona, pase lo que pase. La vida consiste en abandonarse al paso del tiempo”. Y eso es precisamente lo que hace Nathalie: se abandona pero no se descuida, se entrega pero no se marchita. Según pasan los meses y los años, deja de sentir el peso de cada segundo como una piedra atada al cuello. Recupera ligereza, “…aunque esa ligereza fuera insoportable.” La protagonista no ha muerto con su marido pero de alguna manera ha perdido protagonismo dentro de su propio entorno, se siente casi una espectadora de la vida y como tal se comporta. Día a día asiste a una representación por la que no siente interés alguno y, sobre todo, en la que no desea implicarse, como una actriz que representa su papel consciente de que ella no es ese papel que le ha tocado vivir.
Y todo se da de manera natural en la historia de Nathalie porque encuentra lo que no busca y llega adonde, sin saberlo, se dirigía desde el comienzo: la resurrección. Por eso puede parecernos extraña esa escena, cuando besa por primera vez a Markus. Ese beso no implica nada personal, es un gesto espontáneo es la expresión corporal de una carencia emotiva, es un deseo reprimido demasiado tiempo, la necesidad de volver a vivir, de ser amado y, sobre todo, de amar. Comienza a latir sobriamente, desde ese mismo momento, el desenlace de la historia de Nathalie, un desenlace que no está prefabricado sino que decanta delicadamente como decantan los inevitables momentos y desenlaces de muchas vidas.  
Discreta en sus inicios, a pesar de las numerosas críticas favorables y de la obtención del premio François-Mauriac, la carrera literaria de Foenkinos no despegó sino hasta 2004, año en el que publicó El potencial erótico de mi mujer y obtuvo el prestigioso premio Roger-Nimier.
Sus dos grandes éxitos en ventas han sido La delicadeza y Charlotte que llegaron acompañando un andar sin pausa por el camino de las palabras. 
La delicadeza ha sido el punto de inflexión en su carrera literaria. Fue un éxito en ventas, superando el millón de ejemplares vendidos. Alabado por los críticos, fue nominado a casi todos los premios literarios y traducido a más de 30 idiomas. Sin embargo ha publicado varias novelas entre las que destacan: En caso de felicidad, Los recuerdos, ¿Quién se acuerda de David Foenkinos?, Estoy mucho mejor, Los recuerdos y Lennon, un libro biográfico dedicado a la figura del famoso cantante e integrante de Los Beatles. 
Muchos de sus libros tienen su correlato en el cine, entre ellos: Los recuerdos, Algo celosa, La biblioteca de los libros rechazados y por supuesto La delicadeza. Si eres amante de la pantalla grande te recomiendo leer primero el libro que suele ser siempre el mejor punto de partida para disfrutar luego el doble desde las imágenes.




David Foenkinos puede llegar a convertirse en tu mejor amigo, un aliado cuando se trata de comprender la realidad sin ambages. Una prueba más de que lo cortés no quita lo valiente, de que lo popular no se opone al buen gusto ni a la buena literatura. Si no has descubierto a David Foenkinos no dejes pasar mucho tiempo sin descubrirlo, te aseguro que acabará convirtiéndose en esa fascinante adicción de leerlo una y otra vez. 

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