Leer tras las líneas

A veces no alcanza con leer un libro tras otro, porque la lectura en definitiva si bien comienza por el placer es un acto que tendría que llevarnos a ir siempre más allá. Quién no quisiera prolongar el placer de la lectura y si decimos prolongar también podemos decir mejorar, intensificar, podemos hacer de la lectura una experiencia única más allá de lo evidente, de lo que cualquiera encuentra en un texto. Se puede.
Comencemos por entender que un buen lector no es aquel que acumula títulos y extiende su lista de libros ya leídos. No. Un buen lector es aquel que en algún momento de su vida lectora se plantea algo más. Ese algo más es leer tras las líneas. Y leer tras las líneas es justamente mejorar, intensificar y prolongar el placer de leer hasta convertirlo, por qué no, en una experiencia religiosa.

La lectura detrás de las líneas, no es un invento mío, es una perspectiva desarrollada especialmente por Daniel Cassany, autor español, Licenciado en Filología Catalana. La expresión metafórica detrás de las líneas significa que en el texto hay un contenido escondido.  Y qué placer insuperable es bucear tras las líneas y descubrir que lo que creíamos que era una simple lectura puede convertirse en una vivencia más profunda.

Para eso debemos dejar de ser simples lectores que acumulan títulos leídos y convertirnos en buenos lectores. No es fácil, pero tampoco algo imposible y vale la pena intentarlo. Convertirse en un buen lector demanda un tipo de lectura compresiva que va más allá del texto, que supera el disfrute de leer aunque lo contiene. Ese tipo de lectura se denomina de manera generalizada lectura crítica que por medio del análisis literario nos aporta una competencia extra: la de convertirnos en críticos literarios por medio de un acto de placer, el placer de leer prolongándolo, optimizándolo. Y es que todo en definitiva debe remitirse a eso: disfrutar leyendo de una, de otra o de cualquier manera.

Todo entra por los ojos, las manos sosteniendo esa obra literaria, ese idilio con la palabra escrita puede compararse al idilio que nace entre dos seres que se aman. Todo empieza desde los sentidos. Un libro nos atrae desde su portada, desde su título, desde el nombre de su autor y es como si cupido nos hubiese clavado su flecha en el corazón. Tener un libro entre las manos, sea este físico o digital, es comenzar a amarlo. Todos los que sabemos que amor también se escribe con “L” de libro hemos realizado ese ejercicio previo de reconocimiento, de acercamiento, un acto sensorial, porque la lectura es sensualidad y no solo la vista entra en juego a la hora de leer una historia sino como ya he dicho todos los sentidos, como cuando nos enamoramos a primera vista. Con el tiempo este acto de acercamiento que antecede al acto de leer se convierte en una conducta habitual en una práctica que casi realizamos inconscientemente como si nos acercásemos a un ser amado.
Enseguida, abrimos la primera página y entramos en la historia. Pero claro, con el tiempo la historia sola no alcanza y el acto de entregarse a la lectura solo por placer se convierte en un acto intelectual que la completa, y sensuales por naturaleza, allá vamos los lectores, vamos por más. Y ese más es la lectura crítica: la lectura tras las líneas.

Entonces leer se convierte en un acto de construcción, en un modo de interpretación, un posicionamiento frente a la realidad, una búsqueda, un descubrimiento y un reconocimiento de esos elementos literarios que prolongan el placer y lo optimizan y lo convierten en una experiencia similar a la de arrebujarnos entre los brazos del ser amado.
Parece que nos elevásemos un par de metros sobre el nivel de la tierra, más allá de los límites de la realidad. Todo se trata de descubrir el lado oculto de la pasión, ese costado que nos hace sentir plenos.

La intención oculta de los textos pasa por muchos planos que en conjunto se denominan literalidad y que como concepto, es la esencia de lo literario, se refiere a la función poética del texto, al mensaje literario y todas las características narrativas (recursos, herramientas, estilo) que configuran un texto literario.
La lectura crítica, la comprensión de un texto a este nivel requiere competencias previas, nada que no podamos alcanzar con un poco de práctica. Solo se trata de saber lo que debemos conocer para que la lectura desde el placer nos eleve al siguiente escalón: la voluptuosidad del conocimiento.

Creo que merece el esfuerzo, teniendo en cuenta que como toda competencia al comienzo puede ser o parecer compleja pero que con la práctica termina siendo algo natural como andar en bicicleta, nadar, conducir un auto, etc. Convertirse en un buen lector exige algunos esfuerzos extras que bien valen la pena.

Para transformarse de un lector de literatura, en un lector crítico, es imprescindible comprender que hay ideologías detrás de las palabras, que incluso la “inocente” descripción de un objeto de la naturaleza, puede estar sugiriendo un posicionamiento frente a la realidad, un estado de ánimo, un mensaje subliminal.
En consecuencia, esa postura frente a un texto es lo que hace la diferencia entre la simple lectura y la lectura tras las líneas. Cuando un lector no reconoce lo que está detrás de las palabras, no es porque no sea capaz de leer más profundamente, sino porque no conoce el camino. Desarrollar una capacidad crítica es una tarea que puede llevarnos toda la vida, de hecho la vida del lector es eso: un constante aprendizaje, un ir hacia esa meta que siempre se desdibuja cuando pensamos acercarnos y siempre se aleja para exigirnos seguir andando hacia ella.

Sé que muchos de entre ustedes estarán temblando con esta propuesta y quiero tranquilizarlos, no es para meter miedo, no es para quitarles el placer de flotar entre palabras sino por el contrario es para acrecentar ese placer, hacerlo más intenso, prolongarlo más allá de los límites de solo una historia. Empecemos despacito.

Algunas técnicas de esta nueva forma de lectura son simples:

Un ambiente grato, un lugar donde te sientas a gusto, es el primer paso para establecer esa conexión con el texto.

Conocer al que escribe, una biografía del autor, para conocer al amigo que encontrarás detrás de las palabras es un buen comienzo, el contexto donde vivió ese autor nos permitirá entenderlo mucho mejor. Como si de un amigo de carne y hueso se tratara el primer acercamiento se produce mediante preguntas: ¿de dónde viene, qué le gusta, cómo vive? A menudo solemos pasar por alto los prólogos, empieza a tomarlos como parte de la lectura para conocer mejor al que cuenta.

Conversa con el texto, no des nada por sentado, cuestiona lo que se afirma, busca razones para esos cuestionamientos, encuentra tu propio pensamiento sobre las ideas enunciadas.

Toma nota de todo lo que aparece, de lo que te llama la atención, de aquello que te gusta y de lo que no te gusta también. Al final de la lectura vuelve a esa lista y justifica tus gustos. Cuando ya le hayas tomado la mano a este tipo de lectura adicional, la mente estará dispuesta para ir por más.

Es el momento de plantearte entonces qué personajes están bien mostrados y presentados, cómo lo ha logrado el autor, ha utilizado una buena frase de comienzo o ha dado vueltas alrededor de un tema que no queda claro, muestra o explica. Utiliza un lenguaje simple o merodea alrededor de una idea y confunde más que aclarar. En definitiva, como lector ¿Tú que prefieres? ¿Por qué? No dejes de lado ese cuaderno que te acompañará de ahora en más, y una vez que paladees el placer de meterte entre bambalinas sigue avanzando. ¿Qué recursos utilizó el autor para sorprendernos? Metáforas, descripciones, diálogos, etc. y ¿Qué clichés explotó al punto de empalagarnos?
A lo largo de las constantes lecturas te encontrarás con autores que se convertirán en tus amigos pero lo gratificante será que en adelante podrás decir por qué es tu amigo o por qué solo un conocido más.

Las palabras no son inocentes, quienes nos paramos frente a la vida utilizando las palabras como enlace con la realidad lo sabemos. Por eso no gratuitamente utilicé al comienzo de este artículo la palabra sensualidad en relación con la lectura. Y es que muchas veces al leer un libro, se nos detiene el aliento ante una frase y, entrecerrando los ojos, sentimos un placer casi comparable al del orgasmo, y no, no estoy exagerando, es un orgasmo intelectual lo que experimentamos, si es que eso es posible, un éxtasis que se prolonga más allá de las palabras impresas, más allá del acto mismo de leer.

Si se me permite entonces establecer un parangón entre el acto sexual y la lectura, yo diría que la lectura crítica eleva el éxtasis de la simple lectura, tanto como la comunión espiritual de dos personas eleva y prolonga el placer de un simple intercambio de fluidos hasta alcanzar la calidad de experiencia mística.

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