Un viaje extraordinario

Jule Verne ha traído la poesía del espacio, el escalofrío de lo infinito […]. La novela de Jule Verne es el aire libre, es el aire virgen, el aire no respirado. Tomamos posesión de toda la Tierra, de todo el firmamento. Mejor todavía, cobramos conciencia del cosmos.

Esta frase de Anatole Le Braz un escritor francés de mediados del siglo XIX resume mágicamente la magia que Julio Verne ponía, pone y pondrá en nuestros mundos de lectores. Porque aunque casi todas sus ficciones ya se han hecho realidad, qué nos impide pensar que todavía el hombre no llego a la luna y puede hacerlo o que a nadie se le ha ocurrido aún viajar por debajo del mar y que ya lo lograremos. Nada, ni los avances tecnológicos y científicos, ni la conquista del espacio y de las profundidades marinas, ni el avión o el transatlántico podrán quitarnos el sortilegio que Julio Verne logra cuando decidimos sumergirnos en sus historias.
Y es que el mundo cambia cuando llegan personas como él. Cambia la vida cotidiana y cambia nuestra manera de enfrentarnos a una historia. Julio Verne nació en 1828, en la Isla de Feydeau del Loira, Nantes, Francia. Fue un niño pacíficamente inquieto que se crió contemplando barcos, leyendo el Robinson Crusoe y que sin moverse de su casa viajaba, soñaba con embarcarse en épicas aventuras. Con el tiempo lo hizo aun sin moverse de su escritorio, logró viajar y hacernos viajar mediante sus ensoñaciones literarias.
Sus viajes por el mar fueron pocos, y lo más lejos que le llevaron fue a Escandinavia y América, pero bastaron para imaginar lo no vivido y transformarlo en algo tremendamente mágico e inmortal. Recluido en su estudio de Amiens, donde trabajó durante treinta años sumergido entre libros, logró, logra y logrará hacer posible lo imposible: viajar. Porque más allá de los adelantos en materia tecnológica que sus historias contienen, más allá de las premoniciones de lo porvenir como si de un profeta se tratara, Julio Verne viajaba y gracias a él hemos viajado. Hemos dado La vuelta al mundo en 80 días, hemos conocido El faro del fin del Mundo, logramos un Viaje al centro de la tierra y fuimos De la tierra a la luna con tan solo dar vueltas las páginas de sus libros.

Pero quizás el viaje más maravilloso que hayamos podido realizar de su mano no ha sido al espacio exterior ni al fondo del mar. Mientras mentalmente nos transportábamos a mundos irreconciliables con la vida de mediados del siglo XIX, emprendíamos un viaje más fascinante y asombroso: un viaje hacia nosotros mismos.
Dentro del amplio abanico de personajes que poblaron sus historias el capitán Nemo (20.000 leguas de viaje submarino) es uno de los más controversiales. Taciturno, hostil y de mal carácter, Nemo vive encerrado, solo e incomprendido en su coraza de acero. Refugiado tras el disimulo y cobijado tras un gran secreto es dueño de un mundo interior tan rico como angustiante. ¿Quién de nosotros es capaz de negar como propias alguna de estas características? ¿Quién no guarda un secreto? ¿Quién no se cobija de a ratos en su interior? Muchos han visto a este personaje como un trasunto de Julio Verne que como el capitán del Nautilus vivía recluido y abstraído pero en la burbuja de su gabinete de escritura. Si alguna vez te recluyes e intentas preservar un secreto entenderás mejor a este viejo cascarrabias del capitán Nemo y lo que es probable, aceptarás que tienes dentro de ti algo de él.

¿El valor más temerario y de la devoción más absoluta son tus rasgos característicos? Un capitán de los correos del Zar que recibe el encargo de llevar un importante mensaje a la lejana ciudad de Irkutsk, puede convertirse en tu alter ego al leer Miguel Strogoff.
¿Eres serio, solitario, escrupuloso y algo excéntrico? ¿Llevas dentro tuyo la idea de salvar a la humanidad? O al menos una pequeña porción de ella. Phileas Fogg no te va a defraudar. Este auténtico caballero, altruista y filántropo por naturaleza pondrá en riesgo su vida, su fortuna, y el resultado, sus Cinco semanas en globo para salvar primero en la India a Aouda (una joven viuda india de quien se termina enamorando) y luego en Estados Unidos a Passepartout, su criado de origen francés.
Si como Julio Verne viajas sin moverte de tu casa, y si además nunca has visitado Tierra del Fuego, y si encima, ese confín del mundo es un pedacito de tu tierra natal: Argentina, hasta allá nos permite llegar El faro del fin del mundo, ambientado en Tierra del Fuego. Pero eso no es todo porque gracias a sus personajes, podrás reconocer que también dentro de ti cohabitan el valor de Vázquez, farero de profesión, trabajador y amable. O la solidaridad de John Davis, un hombre humilde, simpático y con ganas de ayudar.

Julio Verne es un salvoconducto mental en tiempos difíciles. Nos ayuda a sobrevivir desde la propia conciencia individual, desde el valor de la libertad, lejos de la retórica política y haciéndonos eco de un mundo que corre camino a la extinción nos incita a tomar partido por la vida y el factor humano.
Verne acechó la tierra y el mar, desde el atril de su imaginación, sus personajes hicieron el resto. Hombres que se creen dioses, como el maestro Zacarías, disidentes como el capitán Nemo, o solitarios y excéntricos como Phileas Fogg, cuyos desafíos amplían el mundo, haciendo de éste un lugar infinitamente más interesante. Porque… ¿Cómo no sentirse mejor ahora mismo en el centro de la tierra, con sus setas gigantes, o recorriendo la estepa siberiana con Strogoff? ¿No sería hermoso acompañar a Mary y a Robert en la búsqueda de su padre, el capitán Grant, o a la heroína Dolly Branican en busca su marino desaparecido en alta mar? Esos lugares mágicos son infinitamente mejores que la realidad de cada día pero lo mejor es que siempre se puede regresar y sobre todo, fortalecidos para enfrentar la vida como si fuera una aventura diaria. Julio Verne nos inyecta ganas de vivir pero sobre todo nos convence de que vivir es simplemente un viaje extraordinario.

«Parece más sabio asumir lo peor desde el principio y dejar que lo mejor llegue como una sorpresa…»



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