Alguna vez te has preguntado por qué los personajes oscuros despiertan sentimientos tan disímiles en los lectores. Te has descubierto a ti mismo sintiendo a la vez compasión y terror hacia ciertas conductas. Acercarse a esas almas confundidas y dolientes implica profundizar en sus conflictos internos que pueden parecerse a los tuyos y por eso te causan compasión, y sin embargo, algunas acciones y decisiones pueden ser moralmente tan complejas y censurables que sientes terror de hallarte en la misma situación y lo que es peor: reaccionar como lo hacen ellos.
Estos personajes suelen habitar mundos oscuros llenos de terror psicológico y desafíos emocionales. Explorando sus motivaciones en un mundo oscuro lleno de demonios y elementos perturbadores puede ayudarte a comprenderlos, a comprenderte.
Para quienes además de disfrutar de la lectura se animan a dar el paso y crear personajes, vivir en la oscuridad implica habitar aunque más no sea por un breve lapso de tiempo esos mundos llenos de dolor y desafíos emocionales. Si estás en plena tarea de construir el perfil de uno de esos personajes, quedate hasta el final de este artículo que te mostraré las herramientas que la literatura te acerca para lograrlo.
La primera pregunta no debería tardar en llegar: ¿Qué miedos lo impulsan? La segunda cae de madura: ¿Qué traumas lo definen? Combinando estos elementos oscuros con su entorno, crearás personajes coherentes que mantendrán al lector inmerso en la historia. Y como no solo de palabras viven los escritores, veamos algunos ejemplos que pueden acercarte una idea más acabada.
En la literatura del siglo XIX ya encontramos figuras atravesadas por estos demonios emocionales. Piensa en Raskólnikov, en Crimen y castigo de Fiódor Dostoievski, cuya culpa y delirio lo empujan a oscilar entre la compasión y la violencia.
¿Cómo logra el autor conmovernos, cómo logra credibilidad en su personaje?
Raskólnikov es mostrado en sus razonamientos febriles, repeticiones y contradicciones a través de una herramienta maravillosa: el Monólogo interior, basado en descripciones obsesivas. El Resultado es el miedo a no ser extraordinario, el miedo a actuar de forma diferente a la esperada por la sociedad y esa herramienta utilizada en forma repetitiva se convierte en una atmósfera de delirio constante que arrastra al lector. Esta es la primera herramienta y su resultado, solo falta que la pongas en práctica de acuerdo al perfil que desees establecer para tu personaje protagonista.
Sigamos caminando el siglo XIX y entremos en otro personaje que nos instala en una dicotomía de amor odio. Estoy hablando de Heathcliff, en Cumbres borrascosas de Emily Brontë, que encarna un amor obsesivo, feroz y destructivo. Ambos muestran cómo los miedos y traumas no solo delinean la psicología del personaje, sino que impregnan el relato entero de un clima perturbador.
En este caso son los Narradores parciales (Nelly y Lockwood) quienes cuentan la historia desde afuera y generan esa dicotomía mostrándolo como un ser ambiguo.
Como resultado Heathcliff nunca es “explicado” del todo; su motivación se filtra a través de juicios ajenos. Ese misterio sobre su dolor y su odio lo vuelve aún más intenso. Algunos lo muestran como un marginado resentido, cruel y vengativo. Por otro lado, desde la mirada de otros narradores, aflora su amor absoluto por Catherine. En todo caso su carácter salvaje queda siempre en evidencia y eso le permite fluctuar entre ser víctima o victimario que es justamente esa dicotomía de la cual hablaba en un principio. No terminamos de encasillarlo o más bien lo encasillamos alternativamente en un lado y otro. El resultado es: un personaje enigmático, apasionado y destructivo, imposible de encasillar. Segunda herramienta: la ambigüedad que nos permite crear personajes que justamente por su imprecisión terminan metiéndose en nuestra piel. Lo amamos y lo odiamos a partes iguales.
Pasemos ahora al siglo XX, las exploraciones de la mente herida se radicalizan, es decir: evolucionan de moderadas o aceptadas a búsquedas más extremas, llegando a poner en duda las normas establecidas e incluso a rechazarlas. Los personajes, como siempre, son los depositarios de esas controversias. Así llegamos a su mayor exponente: Franz Kafka que con su novela La metamorfosis, convierte el cuerpo físico en metáfora del rechazo y la alienación.
Gregor Samsa despierta convertido en un insecto. Antes de su transformación, es el sostén económico de su familia y arrastra el miedo interno de perder ese rol y ese miedo se materializa convirtiéndolo en un bicho horrible, el aislamiento en este caso es su modo de defensa. Las herramientas que utiliza el autor son: Focalización interna, vemos el mundo desde los pensamientos de Gregor.
- Descripciones detalladas del cuerpo y movimientos grotescos que lo hacen verosímil.
- Mezcla de absurdo y cotidianidad: lo imposible se trata como algo normal.
- El absurdo, en este caso es la herramienta que obliga al lector a reflexionar sobre la identidad y el valor del individuo.
- Los Símbolos son en toda la literatura kafkiana elementales y en este caso: el insecto refleja la alienación y deshumanización.
El resultado es que el lector siente compasión y repulsión a la vez. Su familia reduce a Gregor a una carga, no un ser humano, con lo cual la alienación social y familiar intensifica la situación.
Por otro lado William Faulkner, en Mientras agonizo, desarma la narrativa para mostrar un caleidoscopio de voces desgarradas mediante una herramienta maravillosa: la polifonía de voces, es decir la presencia de varias voces alternadas que juntas arman la historia. Esto permite a Faulkner mediante los monólogos interiores (otra herramienta valiosísima) de cada personaje mostrar sus pensamientos más íntimos, miedos y contradicciones, esta fragmentación crea un retrato coral y psicológico de la familia Bundren, cada uno con sus demonios, todos como parte de una misma historia cuyas distintas aristas deberá unir el lector.
Lo que busca el autor es que el lector entre en la mente de cada personaje y vea el mundo según sus emociones, miedos y obsesiones. Mostrar la fragmentación de la experiencia humana, la verdad no aparece de forma única ni estable, sino como un mosaico de perspectivas parciales y, a veces, contradictorias. El resultado: La obra logra transmitir la complejidad interior de la condición humana y la soledad de cada conciencia, incluso dentro de una misma familia. En la novela como en la vida misma no hay una “verdad absoluta”, solo versiones que se entrelazan.
Ya en el siglo XXI, los personajes oscuros siguen fascinando. Jonathan Franzen, representante soberbio del realismo psicológico, en su novela Libertad hace gala de herramientas que vale la pena observar. Mediante un narrador omnisciente flexible combina pasajes en tercera persona distante con momentos de focalización intensa en un personaje. Eso permite entrar en la mente de cada uno de ellos y, al mismo tiempo, mostrarlos desde afuera. El resultado: los personajes aparecen desgarrados por contradicciones internas, deseos ocultos y frustraciones vitales.
Faulkner fue el pionero en el uso de este tipo de herramienta que Franzen utiliza con solvencia para lograr que el lector perciba la complejidad psicológica de cada figura actuante. La verdad absoluta no existe y por lo tanto es imposible emitir un juicio de valor, nos queda la sensación de estar frente a personas reales con sus demonios privados.
Y es que en eso se diferencia la literatura actual de aquella de otros siglos: el autor no es dueño de la verdad sino un medio para mostrar las posibles verdades. El resultado en general es un lector interactivo que completa con sus deducciones y conclusiones lo que autor no manifiesta abiertamente.
No quiero abandonar este paseo por las mentes atribuladas de la literatura sin mencionar una novela que a mí personalmente me apasiona: Expiación de Ian McEwan, de paso les recomiendo también la versión fílmica que se conoce como Expiación, deseo y pecado.
Pero vayamos al libro. Son varias las herramientas que utiliza el autor. Perspectivas múltiples como en los ejemplos anteriores, la misma situación se cuenta desde distintos personajes (mostrando versiones contradictorias. Descripciones minuciosas del pensamiento: McEwan utiliza una estructura temporal compleja donde alterna escenas del pasado y del presente revelando capas de memoria donde cada mirada inserta su cuota de verdad o de autoengaño respecto a la realidad. A su vez logra profundizar en los estados mentales (culpa, deseo, represión, remordimiento) mediante monólogo interior y focalización interna e intensa en cada personaje, una herramienta que siempre recomiendo en el Talleres de escritura, ¿por qué? Simplemente porque es la mejor forma de meterse en la piel de un personaje cuando escribimos, y si como escritores nos metemos en la piel del personaje, el lector lo hará en su momento también.
Por otra parte, escritoras como Elena Ferrante exploran la ambivalencia emocional en sus protagonistas femeninas, atrapadas entre la vulnerabilidad y la violencia interior. En su tetralogía Dos amigas, la autora utiliza varias herramientas narrativas para hacer visibles los demonios interiores y sociales de sus personajes, entre ellas: una voz narrativa introspectiva: la narradora (Elena) relata desde una primera persona que alterna entre la vivencia inmediata y la reconstrucción reflexiva. Esto permite que los miedos, envidias y contradicciones internas aparezcan con la aspereza de lo vivido y la crudeza de los resultados de esas vivencias. La primera persona como técnica de escritura es compleja de trabajar, en el Taller de escritura le dedicamos varias clases para que los resultados sean los buscados. Elena Ferrante logra personajes que emergen como seres contradictorios, desgarrados entre deseos de emancipación y ataduras sociales. Sus demonios: celos, frustraciones, miedo al fracaso, etc., no se presentan como defectos aislados, sino como parte inseparable de su identidad y de la historia compartida. Esto produce un retrato intenso y verosímil de cómo lo íntimo y lo social se mezclan en la formación de la subjetividad. Esos malditos demonios, los emocionales, no son simples adornos de la trama, no son un ornamento de los personajes: son el motor de sus decisiones, la raíz de sus contradicciones y el espejo donde los lectores se asoman a sus propios miedos.
Desde el tormento moral de Dostoievski hasta los fantasmas urbanos de Mariana Enríquez, la literatura demuestra que la oscuridad es también una vía de conocimiento.
Explorar esos abismos emocionales no solo enriquece la lectura, sino que abre un camino, una herramienta para la escritura: comprender que en la complejidad de los personajes laten esos malditos demonios, que son también parte de nuestra propia complejidad humana.

Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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