Mi amigo fiel

Los perros son los animales de compañía por excelencia. Quien tiene o tuvo un perro en la familia sabrá que con esa afirmación me quedo corta. Un perro no solo ladra y acompaña, un perro piensa, siente y reacciona como deberíamos reaccionar muchos humanos para ser más humanos. Eso sí, y aunque mirando con cariño a tu Bobby pienses lo contrario, que un perro hable sería casi imposible. A muchos en realidad es lo único que les falta y para eso está también la escritura.
Desde Cervantes hasta Virginia Woolf, pasando por Pérez Reverte y Paul Auster, los compañeros de cuatro patas tuvieron la voz que si aprendieran a hablar tendrían en nuestro día a día.

La escritora británica Virginia Woolf, considerada una de las máximas exponentes de la literatura anglosajona, no perdió la oportunidad de reemplazar los ladridos por las palabras y dedicó una de sus obras a “Flush”, un Cocker Spaniel que acompañó durante toda su vida a la famosa poetisa de la época victoriana Elizabeth Barret. El libro por supuesto lleva el nombre de “Flush” y hay que añadir que, producto de la pluma de esta escritora de excelencia, es no solo de alta calidad en lo literario sino de un alto voltaje en lo emocional que no deja indiferente a nadie.

Paul Auster, escapando al estilo que lo caracteriza y eludiendo esta vez las intrigas temporales nos permite entrar en otro tipo de intrigas: las existenciales. En su novela corta: “Tombuctú” nos habla de la amistad entre un perro y un humano. Míster Bones, el perro protagonista, es el compañero y confidente de Willy, un poeta vagabundo de Brooklyn. Willy presiente que su muerte está cercana, y antes de partir a ese otro mundo al que él llama Tumbuctú, quiere encontrar un nuevo hogar para su fiel amigo.
La humanidad que paradójicamente nos llega desde un perro, es el motor que impulsa página tras página a seguir leyendo. Míster Bones es un perro viejito que demuestra una inteligencia fuera de lo normal, casi como tu Bobby que entiende todo lo que pasa a su alrededor. En esta oportunidad y gracias a la magia de la ficción nos llegan los pensamientos de Míster Bones. Una historia que nos hará reflexionar sobre la lealtad de un perro, nos ayudará a entenderlos y si es posible a quererlos un poquito más.

Nací mestizo, cruce de mastín español y fila brasileña. Cuando cachorro tuve uno de esos nombres tiernos y ridículos que se les ponen a los perrillos recién nacidos, pero de aquello pasó demasiado tiempo. Lo he olvidado. Desde hace mucho todos me llaman Negro”.
Así comienza “Los perros duros no bailan”, la maravillosa novela de un no menos fabuloso escritor Arturo Pérez Reverte. La pasión del escritor por los perros le ha llevado a hacer protagonista de su novela a Negro, un perro mestizo y curtido, un “tipo” duro con una misión que empieza el día que desaparecen de las reuniones habituales sus amigos Teo y Boris el Guapo. Una novela negra protagonizada por perros.

Es evidente que los escritores son tipos tiernos, son gente especial y esto no es consecuencia de la calamidad de mundo en el que vivimos que suele hacer más sensibles a los sensibles y más imaginativos a los imaginativos. Desde tiempos lejanos la sensibilidad fue el motor que movió las letras. Por eso, que los perros sean considerados casi humanos no es un defecto del siglo XX ni del XXI. La prueba está que hubo escritores que también entendían que los perros entienden.
Dentro de las famosas “Novelas Ejemplares” de Cervantes, El coloquio de los perros se basa en una conversación entre dos perros, Cipión y Berganza, que habiendo adquirido la capacidad de hablar, se dedican a disfrutarla durante toda una noche en la que se cuentan sus vidas, sus experiencias con diversos amos.

Dando un salto de tres siglos, nos vamos a principios del siglo XX con “Colmillo Blanco”, la novela de Jack London. Contextualizada en Canadá, la obra narra la vida de un lobo salvaje hacia su domesticación, pasando de un animal fiero a uno con un corazón tremendo. En este camino de conversión, el autor da rienda suelta a la visión que tienen los animales del mundo. Esto le ayuda a tocar temas morales de todo tipo. En definitiva, “Colmillo blanco” puede tratarse de uno de los libros más famosos donde el protagonista es un perro, por eso, al cerrar el libro y si además te gusta escribir es posible que ya estés mirando a Bobby como el futuro protagonista de tu novela.

La búsqueda de espacios de libertad cuando de manejar asuntos humanos, demasiado humanos, cuando los conflictos, las relaciones implican una cercanía no solo con quien escribe sino con quien lee. Cuando los conflictos existenciales son el motor de una historia y es necesario tomar distancia, simplemente es mejor contar o describir con una voz que no sea ni la tuya ni la del autor. El perro es lo más cerca que hemos estado de una conciencia que nos entiende y que casi, casi nos habla. La voz de un perro, su supuesta conciencia, condensa lo mejor de las personas y se ahorra sus peores defectos. Porque lo de servir, acompañar, proteger y ladrar les queda chico, es necesario que hablen y los escritores les han dado voz antes y ahora.

Lo cierto es que después de leer cualquiera de estos libros ya no te parecerá tan extraño y descabellado si mañana Bobby se despierta y te dice suelto de cuerpo: Buenos días.

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Libros en el artículo

  • Los perros duros no bailan – Perez Reverte
  • Tombuctú – Paul Auster
  • Flush – Virginia Woolf
  • Colmillo blanco – Jack London
  • El coloquio de los perros – Miguel de Cervantes

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