El escritor ¿nace o se hace?

Detrás de cada gran historia hay un escritor, por supuesto. Pero… ¿hay un don que se recibe al nacer o es trabajo y más trabajo lo que logra hacer de alguien un escritor?
La pregunta parece simple pero si alguna vez te has propuesto convertirte en escritor es posible que aún sigas en ese callejón sin salida y no encuentres la respuesta. Por momentos te parecerá que has nacido con el don de la palabra, de la palabra escrita, y que comunicarte es un juego sencillo y que escribir no es más que eso: contar.

Sin embargo, escribir, hacerlo como esos buenos escritores que admiras, es un poco más que eso. Escribir una novela, un cuento, un poema, es transmitir sensaciones, es vivir vidas paralelas y ponerlas a consideración del público, es lograr que ese público se emocione como vos al escribir, es alcanzar recursos que están a la mano pero que desconoces para potenciar las palabras y que las palabras entonces sean nexos verdaderos entre tu alma y el lector. Escribir es contar vidas, pero no se trata de tu vida, sino de las posibles vidas que pudieras vivir, esas que vivirán los personajes en tus historias.

Que la experiencia cuenta me dirás, por supuesto: todo lo que has vivido o lo que te han contado, todo lo que adivinas, lo que puede ser o no, todo eso está dentro de cada historia de ficción. Y luego, también está el lector. Un lector que debe trascender tu círculo íntimo de amigos y parientes.
Y parece que no hemos avanzado nada porque el interrogante sigue pendiendo sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles: El escritor ¿nace o se hace?
Cuando escuchas a un músico que toca la guitarra o el piano como los dioses, que te eleva hacia otros planos por medio de la música piensas que ha sido tocado por la varita mágica al nacer. Pero, ¿cuánto hay de don mágico y cuánto de trabajo duro? Lo mismo pasa cuando un cuadro te emociona o una escultura te deja con la boca abierta. ¿Cuántas decepciones se habrán vivido hasta la creación de una obra?
Recibimos un don al nacer, a cada uno nos toca una competencia desde la cual podremos expresarnos mejor que desde otras. Sí, sí, ya lo sé, no estoy respondido a la pregunta: ¿nace o se hace? ¿Y si te digo que las dos cosas?

A diferencia de lo que ocurre en otras disciplinas artísticas, en las que determinado título, sin dar garantía de talento, habla de una formación adecuada —hay facultades o escuelas de Bellas Artes, cinematografía, música, actuación, diseño, danza—, no hay escuelas que puedan dar título de escritor, ni existe una facultad para serlo.

Letras da egresados en Letras, licenciados, doctores, profesores. No escritores. No hay ninguna institución que además de herramientas y recursos pueda brindar la “matrícula” de escritor.
Esto parece dar lugar a una tierra de nadie, en la que todo queda librado al criterio de quien la transita. Nadie se acercaría a un bailarín de ballet para decirle “¡yo también bailo!”, porque está claro que ese bailar no se refiere a moverse al son de una melodía. Sin embargo, el hecho de poder manejar apenas las sintaxis y la gramática de un idioma parecería habilitar a cualquiera a decir “soy escritor”.
Entonces, escribir no es ser escritor, muy bien, estamos de acuerdo. Pero se es escritor escribiendo. No hay otro modo de serlo. ¿Se es escritor siéndolo? Algo así. Porque ya te he contado que escribir un buen libro no se trata solo de transmitir palabras, me reitero: se trata de transmitir sensaciones, vivir vidas paralelas y ponerlas a consideración del público, lograr que ese público se emocione al leer, se sienta identificado con tal o cual personaje, sienta lo que nosotros como autores queremos que llegue a sentir. Y para eso hacen falta herramientas, recursos y práctica, la práctica constante y mucho amor propio y capacidad para sobreponerse a los infortunios de escribir. Un día te saldrá una frase maravillosa, al otro día nada, al siguiente estarás intentándolo y por fin otra vez, después de miles de páginas borroneadas, una frase, y si la creatividad te acompaña una historia que te emociona pero, ¿llegará también a emocionar al lector?

“La literatura, como la entiendo, por más o menos talento del que se disponga, es siempre un oficio.” Dice el escritor Guillermo Saccomanno.
De manera que, agrego yo, si disponemos de talento deberemos aprender el oficio.

“Entre nosotros, hay picos de originalidad y genialidad muy altos, pero también hay pozos insondables de chapucería, improvisación y chantada.” Afirma el escritor, crítico y traductor argentino Carlos Gamerro.

Para evitar la chapuza y como no hay una Universidad del escritor es que hace un tiempo a esta parte (y quizás anticipándose a tus necesidades de ahora), nacieron los Talleres Literarios. Hay chapuceros en el medio me dirás, y estoy de acuerdo. Lo cierto es que puede aprenderse a escribir ficción pero también es necesario saber enseñarla, no irse por las ramas, no prometer el cielo (porque escribimos desde la tierra), tampoco hablar de que desde ese cielo te llegará Maná o que las Musas te están esperando si armás un escenario correcto para recibirlas. Porque escribir ficción se trata de técnicas, de recursos pero también de práctica constante y de creatividad que llega de la mano de la inspiración a través de esa práctica.

“Si llega la inspiración, que me encuentre trabajando” dijo un día Pablo Picasso. Muchos han tomado como propias estas palabras como el mismísimo García Márquez que nunca se cansó de repetirlas como un mantra. Y trabajar significa “Escribir, escribir, escribir a pesar de todo” según la gran Marguerite Duras.

Pero claro que no se trata de escribir cualquier cosa, de hacerlo creyendo que en medio, los hados te tocarán con la varita mágica y te convertirás en escritor. No. Para eso están los buenos Talleres de Escritura donde, además de hablar de literatura, enseñan a escribirla.

¿Qué es un Taller literario? O un Taller de escritura. La palabra Taller nos remite a la idea. En un taller de dibujo se accede a los rudimentos del dibujo: se aprende a dibujar, en un taller de pintura a trabajar con oleos, acuarelas: se aprende a pintar, en un taller de cocina, con esto y aquello se preparan exquisitos platos: se aprende a cocinar. En un Taller literario: se aprende a escribir. Y como aprender significa empezar desde el comienzo, empezar de la nada, como en todo Taller en el de escritura también, la materia prima será indispensable. En un Taller de escritura la materia prima son las palabras. El territorio de la escritura está constituido por palabras. Ninguna palabra es inocente: según como se combinen pueden funcionar como armas combativas o seductoras. Cada una encierra una motivación de los sentidos ocultos y cada uno de nosotros le dará un valor distinto a través de los sentimientos personales, las competencias logradas, las vivencias experimentadas y las herramientas y recursos literarios vendrán en nuestro auxilio.
Toda narración está construida con palabras. Las palabras fabrican ambientes mágicos ¿Qué quiere decir esto? Con las palabras el escritor fabrica mundos.

“… son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…” escribió alguna vez Pablo Neruda.

En un Taller de escritura deberás aprender entonces a subir y bajar con las palabras, a que las palabras canten. Y siguiendo de la mano de Neruda. Las palabras:

“Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas…”

Conocerás las sombras, las luces, aprenderás a iluminar con la palabra. Aprenderás que la función del escritor, del buen escritor, es alimentar la curiosidad y la necesidad de saber del lector, porque cuando esa conexión se produce surge el placer del escritor. Y aparece el oficio del que escribe.
Técnicas, herramientas de escritura, recursos, secretos para que la magia funcione. Todo eso encontrarás en un Taller de escritura.
Hay muchos, hay cientos, algunos muy serios, otros no tanto. Un buen Taller de escritura debe estar orientado principalmente al aprendizaje, la creación constante y el intercambio con los maestros. Jamás son unidireccionales ni meramente expositivos. La gente participa de un taller para compartir lo que escribe, para recibir comentarios y para caminar con paso firme por la ruta de la escritura, para aprender y aprehender las herramientas que necesitas para transitar el camino de las palabras que es un camino largo pero que vale la pena recorrer.
Desconfía de los que solo te alaban porque no te podrán mostrar los escollos que hay que superar. Un escritor, una escritora, como en cualquier otro oficio que tenga un nexo con el arte deberá superarse a sí mismo.

Un buen Taller literario además de brindar información, tiene que ayudar a cada participante a forjar una voz propia y a empoderarlo, a ser escritor o escritora desde su contexto cotidiano. Por eso el acompañamiento y la atención individual, el seguimiento de lo que vas aprendiendo, de las competencias que vas incorporando tiene que ser un camino recorrido por lo menos de a dos: el intercambio permanente con el coordinador del Taller es imprescindible para que el futuro escritor vaya conociendo el oficio. Porque sí: hay un don que se recibe al nacer pero es el trabajo y más trabajo lo que logra hacer de alguien un escritor. Un buen escritor.

¿Sientes que has nacido con el don de la escritura? Ahora… ¿Te atreves a hacer de ti un escritor, una escritora?



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