La creatividad no se compra

A la hora de escribir hay cuestiones técnicas que más o menos podemos dominar y si no, con la práctica seguramente las dominaremos algún día. Pero hay una cuestión de fondo que no se supera al sumar competencias, ni se resuelve con un pase mágico. Un tema muy sensible para esos escritores que están en permanente búsqueda y en constante evolución. ¿De qué estoy hablando?

De la creatividad, queridos lectores, la creatividad es fundamental y en cuanto a problemáticas a la hora de escribir, sin duda ocupa el primer puesto. Pero a no temblar si además de leerme te dedicás a escribir porque, aunque a la creatividad no podemos comprarla, podemos invocarla. No, no he perdido la razón, sigue tras mis palabras y te enterarás.

Para invocarla, o para convocarla si la invocación te suena a magia negra, no necesitamos de ningún conjuro sino de un conjunto de ejercicios que se denomina: ritual creativo. A no asustarse que no encenderemos velas negras, ni esperaremos a que la luna en cuarto creciente se alineé con Marte o que Júpiter describa una órbita completa alrededor del sol, tampoco es necesario que esperemos sentados el regreso del Cometa Halley. El ritual creativo tiene que ver con costumbres, con actos mínimos y aparentemente inocentes que a fuerza de repetirlos terminan por desencadenar en nuestro interior un tsunami de ideas que a la larga inundará las páginas de esa especie de desierto en que a veces se convierte nuestra intención de escribir.

El acto de escribir requiere condiciones favorables que difieren según cada persona. Si de escribir ficción se trata, la cosa es aún más delicada porque significará encontrar esa motivación que sale de nosotros y se posa en nuestros personajes, en esas situaciones inventadas que justamente para inventarse necesitan de inventiva. Ergo se necesita creatividad.
Sin embargo, no es tan difícil como parece. La falta de creatividad suele presentarse como algo que nos excede a tal punto que más de una vez habrás querido dejar de lado las palabras y abandonar para siempre sintiéndote incapaz. Déjame decirte que para este arte necesitarás amigarte con la creatividad o la falta momentánea de ella, que no es una situación tan inhumana como se nos presenta a veces.

En primer término hay que generar las condiciones propicias y las principales condiciones son las ganas y los medios mínimos para escribir, cada uno elegirá los suyos: computadoras, cuadernos, lapiceras especiales, etc. Luego aparecerá lo demás, tiempo dedicado, disponibilidad mental, energía, ubicación, etc. y entonces estamos listos para comenzar con el mágico ritual.
Evidentemente que si faltan las condiciones ideales, mayores serán los esfuerzos que habrá que hacer para lograr lanzar o continuar con el manuscrito actual. Pero las soluciones existen. Cualquiera que sea la situación, el autor puede y debe organizarse. La clave para alcanzar tus objetivos reside en aceptar las limitaciones a superar y afrontar cada día sin esperar ningún soplo providencial de motivación que no emane de ti. El principal obstáculo suele ser el propio autor, que se esconde en sus excusas para no actuar inmediatamente y posponer su trabajo para más tarde: la conocida “postergación”, lo dejo para mañana suele ser la frase más frecuente y déjame decirte que esa frase es fatal para cualquier proyecto.

“Primero moldeamos nuestros hábitos, luego nuestros hábitos nos moldean a nosotros”.

Dijo alguna vez John Dryden, un influyente poeta, crítico literario y dramaturgo inglés del siglo XVII. Por eso tomemos el toro por las astas o más bien los hábitos y no dejemos que tomen ellos el mando de nuestras vidas ni de nuestra escritura, por supuesto. Y si no, les acerco otra frase de un creador incansable: Paul Válery quien afirmaba que: “El genio es un hábito que algunas personas adquieren”.

El hábito es ese modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes. Al transformar las acciones necesarias para tu proyecto de escritura en rituales diarios, ya no te harás preguntas y el trabajo progresará. Se establece un ritual que se convierte en un verdadero hábito automático y para eso se necesita reconocer esos actos y abrazarlos, hacerlos nuestros.

El buen comienzo de un hábito que nos ponga en marcha y que nos incite a seguir andando, es sin duda el contexto. Para escribir debes estar cómodo, si estás incómodo, te costará concentrarte en la escritura. Busca un lugar agradable, donde tus sentidos permanezcan alerta para estar despejado y a la vez concentrado en lo que haces. Se trata de que desees cada día que llegue el momento de ocupar ese sitio y escribir. Un rincón solo tuyo, donde el afuera quede realmente afuera, es bueno incluir un detalle que te haga sentir bien, relajado y a gusto. Elegí los elementos de tu escritura con cariño, como si te estuvieras mimando porque de hecho esa es la idea. Puedes acompañarte de la bebida que más te guste: un té, un café, el mate o por qué no una copa de vino. Puedes encender una vela aromática o una varilla de incienso. Puedes escuchar música suave. Elige un detalle que forme parte de tu ritual de escritura y que te haga desear ponerte a escribir. Ten a mano todo lo que puedas necesitar para escribir. Tu cuaderno de notas, bolígrafos y lápices, un diccionario, tu computadora, el celular o el dispositivo que prefieras si eres de los que prefieren la tecnología para crear.

La organización en el establecimiento de un ritual es fundamental.

Cualquiera puede establecer y poner en práctica un ritual. Es inevitable no intentarlo al menos, sobre todo para ser creíble ante nosotros mismos o ante quienes siguen la evolución de nuestro trabajo. Podemos empezar por ejemplo por escribir 30 minutos cada mañana antes de comenzar con nuestra jornada o por la noche cuando el silencio de la ciudad y de la casa invita a la introspección. A mí particularmente me encanta el silencio y la soledad en casa, solo 30 minutos para mí. El momento del día lo eliges tú. A veces esos 30 minutos no alcanzan, no te pongas límites y deja que cada día te sorprenda el acto mismo de escribir aunque tengas que aislarte durante horas. Es tu momento y solo tú puedes determinar cuándo empieza y cuándo acaba.

Supongamos que ayer has comenzado con tu ritual y llega el día siguiente. Lo importante para seguir adelante con una historia es recordarla. Puede resultar motivante antes de seguir avanzando, releer los últimos párrafos escritos, no te detengas a corregir, solo a estar empapado realmente de lo que has puesto en palabras. Para eso deberás recordar el día anterior de haber dejado siempre el campo arado para la siembra. Te daré un ejemplo: Por voluntad propia, Hemingway no terminaba nunca su última frase por la noche, la dejaba para el día siguiente. Piensa en la idea o la escena que vas a escribir mañana, resúmela en un borrador y déjala para el día siguiente. Es doblemente eficaz, porque tu cerebro trabajará en esa idea de forma inconsciente y al otro día, sin titubeos, dedica los primeros 30 minutos de acción al calor de lo que preparaste el día anterior.
El manuscrito avanza así. Entre rituales y momentos robados a la rutina diaria hasta que esos momentos robados se transforman en una necesidad de ese ritual. Lo principal es no boicotearse: No pongas excusas, “ritualiza” y escribe.

Entrar en acción es la clave fundamental del éxito.

El elemento más importante para que todo ritual sea efectivo es el paso a la acción, el inicio, ese breve momento que lo cambia todo. Es exactamente lo mismo que le ocurre a una persona que tiene frío en la piscina y que, tarde o temprano, no tendrá más remedio que meterse en el agua. Adelante, directo, efectivo, como si la vida dependiera de ello, abordas el problema enseguida, de frente y te pones manos a la obra. Sumérgete en tu escritura sin prestar la más mínima atención a todas las distracciones que parecieran confabularse en tu contra, rechaza todos los impedimentos que se te presenten, son solo excusas y para eso el cerebro es extraordinario a la hora de transformar todos tus recelos en obstáculos e intentará por todos los medios detenerte. No lo permitas porque tú sólo tienes un deseo: avanzar en tu escritura. Y si la acción amenaza con dilatarse, oblígate a escribir los 5 primeros minutos sin pensarlo demasiado y verás que la inercia te atrapa y si realmente tienes que posponerlo, pues adelante porque la escritura nunca debe convertirse en algo forzado sino más bien en un placer, un disfrute del cual no podemos privarnos. Generalmente una vez que la máquina se calienta, la marcha no se detiene.

No te pongas bajo presión y permítete los recreos que sean necesarios.

Planifica tus sesiones de escritura pero también conócete y admite que cada tanto será necesario tomar aire, respirar para seguir nadando. Si sientes que te estás ahogando en el sentido literal de la palabra (a veces las palabras ahogan), si llega ese momento suele ser productivo salir a dar un paseo, mirar por la ventana la gente pasar o la lluvia caer, regar las plantas, etc. permítele a tu mente esa pausa que la oxigene. Tal y como dejar una idea para el día siguiente puede darte la clave para plasmarla correctamente, también puede servirte dejarla para la hora siguiente.
El escritor y experto en creatividad Edward de Bono, en la efectividad de las técnicas que expone nos reafirma que el pensamiento creativo no es cuestión de talento, temperamento o suerte, sino una habilidad más que podemos cultivar y desarrollar.

Haz tu vida más fácil, encuentra los trucos que funcionan para ti, recuerda que no hay ritos universales, cada uno debe encontrar el suyo pero ponlos en práctica. Stephen King, por ejemplo, sugiere escribir frente a una pared sin nada encima ni nada a tu alrededor. Aislarse lo más posible. Puede que te sirva o puede que no, es cuestión de probar.
Encuentra lo que te motive y arma tu propio ritual. Si eres de esos a quienes la rutina los agobia, pues bien organiza varios rituales y ve pasando de uno a otro, alterna situaciones, elementos, música que te acompañe.

Y recuerda: La escritura debe ser tu zona de confort, nunca una exigencia del medio ni de quienes te acompañan ni siquiera una auto-exigencia sino simplemente una pulsión de vida. Haz que la escritura sea un impulso generador, un acto del cual obtengas satisfacción. El placer llegará por añadidura.

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Libros en el artículo

  • Mientras escribo – Stephen King
  • Cuentos – Ernest Hemingway
  • El pensamiento creativo – Edward De Bono
  • Teoría poética y estética – Paul Válery
  • Cuentos breves y extraordinarios – AA.VV

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