Detrás de toda película hay un escritor

El eterno debate sobre si el guion cinematográfico tiene capacidad de ser o no un género literario y si el guionista debe ser considerado o no un escritor parece haber llegado ya hace un tiempo a su fin, al menos en España. El 23 de noviembre de 2012, el presidente de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), José Manuel Blecua, anunciaba la creación de un premio de guiones cinematográficos que, a partir del 2013, se otorgaría cada año al mejor trabajo de autores españoles y americanos en lengua española.
Con el premio, la RAE reconocía la tesis de su académico José Luis Borau en favor del guion como género literario, y este pudo ver su sueño cumplido antes de su fallecimiento, apenas horas después de darse a conocer el hecho.

“Escribir un guion es una obra literaria y además de las de mayor enjundia. Porque no se suele pensar ni se suele reconocer, pero es igual, te lo digo yo. Un guionista es un tío que inventa una situación, unos personajes, unos problemas, unos diálogos… Entonces ¿qué le falta para ser un escritor? Nada. Ya lo tiene todo”.

José Luis Borau

Afortunadamente para el guion y para los guionistas que se consideran escritores, en la actualidad Borau y la RAE están lejos de encontrarse solos. Cientos de guionistas y miles de personas opinan de forma análoga. Conocidas son las argumentaciones de guionistas que reivindican el valor propio de sus aportaciones a la obra.
“Las películas también tienen una narrativa. El guion también puede ser un género literario. Al final, lo que el espectador se lleva al salir del cine es una historia”, declaró una vez el reconocido guionista, escritor y productor Guillermo Arriaga. (Amores perros, 21 gramos, Babel, etc.). Y más allá de nuestras fronteras hispanohablantes, Charlie Kaufman (Being John Malkovich, Adaptation y Eternal Sunshine of the Spotless Mind) afirma: “La única persona completamente creadora de la película es el escritor. El director interpreta el material. Los actores interpretan el material. Todos interpretan el guion”.

Y he aquí, el gran problema en el métier de la cinematografía y los enormes egos circulando en ella. Porque, quién es el que invierte el dinero, bueno un inversionista y eso no tiene mucho que ver con el arte y la creatividad. Quién es el productor ejecutivo y quién el productor, son los representantes legales de una obra cinematográfica, el primero es quien consigue las financiaciones y el segundo el responsable de los aspectos administrativos, organizativos y técnicos de la elaboración de una película. Tampoco tiene mucho que ver con el arte milenario, el de contar historias. Un arte que se puede comparar con la del músico que no solo aprende la teoría, sino que también la pone en práctica y debe practicar y manejar los instrumentos. Él es el artista.

He escuchado dichos en el métier de estos productores e inversionistas, como que tal o cual guionista debería trabajar para mí de forma gratuita, por no poseer una currícula o los créditos adecuados para su estirpe. Decirle algo así a una persona que tuvo formación artística, estudios en escuelas de arte y años de práctica es una falta de respeto, pero de tal inmadurez e ignorancia, que la verdad debe sobrellevarse con una sonrisa y dejar a estas personas de lado haciendo su trabajo de organizadores y administradores. Y debo enfatizar que nunca he escuchado a un guionista tratar de esa forma a nadie, ni a un productor, a un director, a un escenógrafo ni a una actriz, camarógrafo o vestuarista, a nadie… Porque como cualquier otro artista sabe y conoce la debida humildad que se necesita ante cualquier género artístico. Y, además, porque es un profesional silencioso como cualquier otro escritor, sabe de la necesidad de todos y cada uno ante un trabajo de la magnitud que representa un proyecto cinematográfico.

Borau, Arriaga y Kaufman son solo algunos de los autores que se han dado cuenta de que el guionista es ante todo escritor y que el guion es un género literario. La RAE ha dado, con ese premio, un soporte a su manera de pensar.

Hay quienes se aferrarán al argumento de que el guion es solo un medio para que lo escrito sea representado. ¿Pero acaso no lo es el teatro? ¿Acaso la obra escrita teatral no es una historia para ser representada? ¿Acaso no se compone de diálogos que serán dichos y actuados por los actores que darán vida a los personajes? ¿Acaso no contienen instrucciones del autor al director o a los actores por medio de acotaciones o sugerencias escenográficas para que se tengan en cuenta al representar la obra? ¡Por supuesto que sí! ¿Y eso priva o debe privar de considerar a la obra teatral escrita un género literario?

Detrás de toda película se encuentra un escritor y es tiempo de que el guion se reconozca como un género literario y que se le dé al guionista, en esta inmensa maquinaria cinematográfica, la importancia que se merece.

Como en todos los géneros literarios, en el mundo del guion tendremos obras verdes y obras maduras. Muchas buenas obras fueron y serán destrozadas por personas como las que se describen en este artículo. Pero en general, algunas nos harán pensar y afirmar que mejor sería que no se hubieran escrito; pero otras nos deleitarán, nos harán sentir y soñar. Todo dependerá del trabajo creativo, organizativo, técnico y administrativo de todos los involucrados en el conjunto.

Porque siempre, los amantes de las historias de ficción, en forma de lectores, oyentes o espectadores, seguiremos deleitándonos gracias a lo que un escritor alguna vez escribió, en forma de novela, de obra de teatro… y de guion.


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