Abrir la puerta para…

Toda historia debe ser, tanto para el lector como para el autor una invitación al juego. Hacer de cuenta que… es parte de cualquier juego y, si tanto de una vereda como de la otra aceptamos, la suerte está echada y solo nos resta seguir hasta el final.

Sería imposible transmitirte mis experiencias y que las sintieras como propias, sería inútil contarte cómo me alcanzó el conjuro de la lectura y más tarde el de la escritura, cada experiencia es única, lo que cuenta es la perdurabilidad, lo que sí puedo decirte es por qué y cómo aún sigo inmersa en esa magia que se produjo allá lejos y hace tiempo frente a la palabra escrita.
Quizás tus comienzos fueron muy parecidos a los míos. Un niño, una niña frente a un libro cuyas imágenes invitan, un libro con palabras que acompañan, la voz de un adulto leyéndonos frases que nos elevan del suelo, y la mente que vuela y la idea de haber dejado este mundo por un ratito para entrar en aquel otro. Y más tarde en la adolescencia alguien que toma las riendas de la palabra escrita y en silencio, por medio de una historia, revive esa magia de levitar y habitar otros mundos. Y como el conjuro tarde o temprano acaba por alcanzarte, en la adultez uno se toma la lectura en serio, porque sabe que la lectura es la puerta de entrada, es el puntapié inicial, que la lectura es la forma, el método, la costumbre, la práctica. La lectura termina siendo una necesidad vital como comer y beber, y por decantación, la escritura culmina con ese proceso de comunicar con palabras.

Pero, por más que intente explicarlo, es imposible hacerte vivir lo que he vivido. Quizás a esta altura, tú mismo te estés preguntando en silencio ¿Cómo llegué a la lectura? Y quizás seas un lector voraz, empedernido, riguroso en la elección de tus libros, ecléctico o permeable a lo que caiga en tus manos. Y si conozco un poquito la mente del lector, a esta altura también te estarás preguntando qué clase de lector eres, en definitiva la pregunta clave: ¿soy un buen lector? No puedo contestarte porque la respuesta está dentro de ti, dentro de cada lector. Sin embargo tengo un amigo que puede ayudarte a encontrarla: Vladimir Nabokov.
A mediados de los años 50, Vladimir Nabokov fue maestro de literatura en Cornell University en Estados Unidos. Nabokov tenía una idea muy precisa y clara de las fuerzas que convergen durante la lectura, de todo aquello que está en juego. No enumeraré ahora los libros escritos por Nabokov, es un autor que te estoy invitando a conocer, a frecuentar, a convertir con el tiempo en tu propio amigo.

Para continuar con lo que nos convoca: la lectura, en el prefacio de su “Curso de literatura europea”, entre muchas ideas sumamente provechosas, nos topamos con un provocador cuestionario con el cual Nabokov buscaba que sus estudiantes definieran si eran o no buenos lectores. Aquí va el ejercicio:

Seleccione 4 respuestas que respondan a la pregunta de qué debe tener un lector para ser un buen lector.

  1. El lector debe pertenecer a un club de lectura.
  2. El lector debe identificarse con el héroe o la heroína.
  3. El lector debe concentrarse en el ángulo socioeconómico.
  4. El lector debe preferir una historia con acción y diálogo a una en la que esto falte.
  5. El lector debió haber visto el libro en una película.
  6. El lector debe ser un escritor en ciernes.
  7. El lector debe tener imaginación.
  8. El lector debe tener memoria.
  9. El lector debe tener un diccionario.
  10. El lector debe tener cierto sentido artístico.

Los estudiantes de Nabokov se inclinaron por la identificación emocional, la acción y el aspecto socioeconómico o histórico. Pero lo que él consideraba un buen lector es aquel que tiene imaginación, memoria, un diccionario y un cierto sentido artístico.

Para Nabokov un lector debe ser un relector, en sus palabras: «un buen lector, un lector de primera, un lector activo y creador es un relector».

Un lector que lee y vuelve a leer un mismo texto es el lector ideal. Gracias Vladimir. Sin embargo, antes de llegar a convertirnos en el lector ideal, sería bueno que nos convirtamos en lectores voraces porque en la variedad está el gusto y solo leyendo todo tipo de literatura podremos crear nuestra propia conciencia de lo que me gusta o no me gusta, de lo que quisiera emular, buscando generar en mis potenciales lectores la misma emoción que acabo de sentir al cerrar las tapas del último libro. Lo que me gusta o lo que no me gusta es lo primero que como lectores sabremos decir. Un criterio más acertado sería luego el de llegar a diferenciar entre lo que es literatura de verdad, de alto vuelo, con valor literario, de un libro que solo es un simple ejercicio de escritura aproximativa a la literatura.

Deberá correr muchos ríos de tinta antes de que aciertes con esa diferencia. Por ahora y como breve requisito sine qua non: si quieres convertirte en escritor/a (profesional o amateur) empecemos por leer, leer, leer. Solo eso.
Pero, y si inevitablemente llega el momento de escribir… ¿qué hacemos? Si ese momento llega es que habrás traspasado la puerta de entrada: el mundo escrito te espera, te reclama.

El territorio de la escritura está constituido por palabras. Ninguna palabra es inocente: según como se combinen pueden funcionar como armas combativas o seductoras. Cada una encierra una motivación de los sentidos ocultos y cada uno de nosotros le dará un valor distinto a través de los sentimientos personales, las competencias logradas, las vivencias experimentadas. No significará lo mismo para unos que para otros: el amor, el dolor, el olvido, la muerte, el sufrimiento, etc. Tampoco cada uno de esos conceptos tendrá el mismo valor en un texto que en otro.
Toda narración está construida con palabras. Las palabras fabrican ambientes mágicos, ¿qué quiere decir esto? Con las palabras el escritor fabrica mundos. Mundos que pertenecen al que los lee más que a aquel que los ha escrito.

Borges decía “Uno llega a ser quien es por lo que lee y no por lo que escribe”.

Lo importante a la hora de escribir ficción es dejarnos llevar por las palabras y escribir en función de lo que cada una nos sugiere. Las ideas y las imágenes irán fluyendo solas, no debemos permitirnos el lujo de detenernos, hay continuar hasta el final, hasta que se nos agote la imaginación o la historia diga basta. Escribir de manera casi posesa es la forma de vencer trabas, impotencias, supuestas carencias. No olvidemos que como escritores lo primero que debemos buscar es expresión. Escribir es hacerse oír de manera que gritemos con cada palabra, con cada frase y con cada párrafo elevemos el canto de nuestra propia forma de expresión.
Y así como la catarsis del primer borrador debe existir, también debemos tener en claro que la re-escritura es el siguiente e inevitable paso donde acomodaremos el sentido de las palabras en función a la intencionalidad del texto.

Es importante dejar que la magia que empezó con la lectura se prolongue con la escritura, por eso un buen comienzo sería no aferrarse a la lógica pero buscar la lógica, parece una dicotomía pero no lo es. La escritura de ficción no necesariamente debe ofrecerle al lector un mundo idéntico al que nos circunda, tampoco debe aferrarse a la lógica de la vida cotidiana. En la vida cotidiana esta herramienta (la lógica) es totalmente útil para tomar decisiones o fundamentar pensamientos acertados, es decir, es utilizada para evitar cometer errores y alcanzar razonamientos críticos en cuanto a uno mismo o el contexto circundante.
La escritura de ficción no busca ser un manual de lógica sino más bien plantearse la posibilidad de qué pasaría si quebramos esa lógica. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si en lugar de empezar abriendo la puerta para salir a trabajar, abrimos la puerta para salir a jugar? Y eso no quiere decir que revirtiendo esa lógica no seamos lógicos, es decir coherentes mostrando qué sucede al abrir la puerta para ir a jugar. Y con coherencia quiero decir que no plantees disparates, sino simplemente algo que bien podría suceder si se me ocurre revertir la lógica diaria. Escribir es quebrar el orden habitual y establecer un orden propio, ese que dentro del mundo que has creado en tu historia pueda resultar posible. Escribir es razonar de manera distinta a como lo haríamos en la vida de todos los días y de eso se trata cuando te invito a abrir la puerta para ir a jugar.

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