Quiero ser escritor (¿?)

Los buenos lectores tarde o temprano terminan escribiendo.
Quién de entre los que amamos la lectura no soñamos alguna vez (o casi todas las noches) con emocionar al lector como nos emocionamos nosotros. Después de una verdadera panzada de ese escritor que te mueve los cimientos es inevitable, no lo niegues: Estás pensando en convertirte en escritor. Y por qué no. Es muy probable que tengas un mundo interior tan rico como Tolkien (Dios lo quiera) o que sepas dominar el discurso narrativo como Cortázar (si Dios lo quiso eres un privilegiado) o que la psicología o la filosofía sean tu fuerte y de alguna manera quieras acercar esas competencias a un potencial lectorado.

Pero, no vamos a empezar por lo que deberías hacer sino por lo que NO deberías hacer. Quiero contarte, antes de que te zambullas de cabeza en la lectura, que las cosas que te enumero y te acerco no son un capricho personal como lectora, son más bien algunos errores frecuentes que como correctora literaria y profesora de escritura creativa suelo encontrar en esos grandes lectores que como tú, quieren convertirse en escritores. Si escribiste o estás por escribir tu primera obra, solo puedo asegurarte que toda historia puede convertirse en una buena historia. Todo vale, lo que cuenta es que sepas que para convertirte en escritor, para escribir novelas o cuentos, para derramar tu imaginación en la ficción, antes debes saber que hay algunos carteles de alerta que vale la pena conocer. Empecemos.

Todos sabemos lo que es una novela, según la RAE: es una “Obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores”. Lo que la RAE no define es la manera de escribirla. ¿Qué la vuelve atrayente? ¿Cómo se logra mantener la atención de los lectores de principio a fin? Y lo más importante, ¿qué cosas debemos evitar?

La primera: Exceso de descripciones irrelevantes.
Sobre todo en los comienzos de una historia es común descubrir que el autor se está explayando sobre el escenario de manera exagerada o sobre un personaje determinado mostrándolo con virtudes y defectos desde la primera línea. Las descripciones de escenarios solo sirven si acompañan una acción, para contextualizarla. El lector espera ser transportado al mundo de esa historia y necesita que la lectura le proporcione las coordenadas para recrearlo en su imaginación. Ni mucho ni poco, ni descripciones que resulten insulsas o un exceso allí donde resulte innecesario. Los personajes deben evolucionar a lo largo de la historia y nunca estar determinados por las palabras del autor sino por las acciones que devendrán de la historia misma y menos aún desnudados en las primeras frases.

Para continuar: No a Diálogos vacíos y estereotipados.
Si un personaje abre la boca es para mostrarse, para caracterizar un rasgo de su personalidad o un sentimiento respecto a lo que está viviendo. Esas palabras deben acercarse lo más posible a la realidad por eso es imprescindible tratar de reproducir el habla coloquial en los diálogos, eso otorgará frescura y creará una verosimilitud con la realidad. Los diálogos tienen que ser ingeniosos, inteligentes, y deben ser capaces de mostrarnos la verdadera personalidad de los personajes. No pierdas el tiempo en diálogos vacíos y poco trabajados, ese es un error que resta mucha calidad a tu novela. Y algo muy importante, no olvides que cada personaje es una persona de papel y cada persona habla de manera distinta a los demás y sobre todo, recuerda que no eres tú quien habla sino tu personaje.

No menos importante: evitar las muletillas. Hay frases o palabras o expresiones que están grabadas a fuego en nuestra mente y que aparecen sin que las convoquemos como una especie de escalón donde nos apoyamos para darnos impulso y seguir escribiendo. Palabras y estructuras repetitivas que no son recomendables.
Por ejemplo, los adverbios acabados en mente: someramente, acertadamente, lentamente, sorprendentemente. Tampoco los gerundios: andando, corriendo, hablando, etc. Saturan el texto, lo vuelven pesado incluso arcaico. No olvidemos el uso reiterado del “también”, “entonces”,pero” que introducen una secuencia de frases con una misma estructura: “Iba caminando, pero se cayó”, “Se intentó levantar, pero alguien le interrumpió”, “También me dijo que me sentara”, “También me hablaba en secreto”. dentro de la misma categoría entran expresiones del tipo “fue así que”, “fue entonces cuando”. Si las usamos reiteradamente también están saturando el estilo y generando la sensación en el lector de que quien escribe no maneja del todo bien el lenguaje escrito. En definitiva NO a la repetición de palabras, la repetición provoca aburrimiento.

Ni qué decir de los clichés que a veces surgen sin que nos demos cuenta. Los “clichés”, son frases hechas que, a fuerza de oírlas y leerlas una y otra vez, han acabado por formar parte de nuestra biblioteca mental de recursos lingüísticos. Pero son tan empleadas, y de una manera tan universal, que han perdido su capacidad de sorprender, y su uso demuestra poca inventiva. Algunos ejemplos: “espiral de violencia”, “negro como ala de cuervo”, “pechos turgentes” o “pelo sedoso”. Crea tus propias frases, tus propias metáforas, la idea es que el lector sienta que eres original y no una copia de lo que ha leído cien, mil veces.

Otro error de quienes comienzan a escribir es pensar que deben utilizar un lenguaje ampuloso. Nada más chocante para un lector que sentir que el autor está haciendo alarde de vocabulario, o peor aún, que trabaja con un diccionario de sinónimos logrando dar con la palabra más rebuscada. No intentes impresionar al lector con el uso intensivo de todos los términos y expresiones que contiene el diccionario de la Real Academia Española. Es mucho mejor utilizar pocas palabras y bien elegidas que muchas y rimbombantes. En todo caso si eliges usar alguna de estas palabras menos frecuentes asegúrate de que signifiquen exactamente lo que estás tratando de decir, no hay peor error que utilizar una palabra equivocada porque la frase, incluso el párrafo entero pierde sentido y quizás ni te des cuenta.

Y algo quizás un poquito más categórico, el peor de los errores y tal vez el más complicado de evitar: un argumento confuso. Lo importante es determinar de entrada el género de tu novela. Un thriller sin la suficiente tensión, una comedia sin gracia o una historia de amor sin romanticismo, no atraparán al lector. Al escribir una novela hay que reforzar el argumento, incidir en aquellos puntos cruciales para su desarrollo, incluir temas secundarios que refuercen el eje central. No vas a enganchar al lector con una novela cuya trama se desarrolle a media máquina. Este punto es importante tenerlo en cuenta todo el tiempo pero sobre todo cuando te dediques a la re-escritura de tu historia, reforzando aquellos pasajes que deberían mostrar la esencia de tu historia, añadiendo nuevas escenas que aporten romanticismo, humor, suspenso o tensión (según el género de nuestra novela) incluyendo en ellas pequeños clímax narrativos.

Enganchado del punto anterior llega un error del que hay huir: las tramas que se desvanecen. Te habrá pasado leyendo alguna novela que de pronto termina y te preguntas ¿Cómo termina así? ¿Qué quiso contar el autor? y es que la pregunta correcta sería cómo eligió contarlo.
Por eso no te sientes a escribir si no tienes bien claro qué historia quieres contar pero sobre todo cómo vas a hacerlo. Elige un buen punto de vista, el que muestre el eje temático desde un enfoque diferente al resto de historias del tipo que estás contando y sobre todo sé fiel a esa mirada (punto de vista) a lo largo de toda la historia.

Y como corolario puedo sugerirte evitar: una novela inacabada. El trabajo de escribir una novela no finaliza cuando se pone el punto final a aquello que has escrito de un tirón. Por el contrario una vez que hayas logrado vomitar la historia llega la siguiente etapa, quizás la más importante, un trabajo fundamental: “la revisión y reescritura”. Muchos escritores obvian este delicado proceso, pero dar por bueno el primer borrador es uno de los peores errores al escribir.

No caigas en la trampa de convencerte que ya has trabajado mucho y que llegado a ese punto se terminó la historia porque no es así, la historia, la novela se termina solo luego de una minuciosa re-escritura que casi siempre necesita de una mirada externa. Si necesitas ayuda, infórmate sobre nuestro servicio de corrección, si quieres aprender a evitar estos errores (y muchos más), apúntate a nuestros cursos de narrativa, si sientes que realmente no encuentras errores ni desfasajes, si te parece que ya has dado todo, no bajes los brazos, reitero: no te auto-engañes, sigue trabajando no desperdicies el tiempo que has empleado en la escritura de un primer borrador, no vale la pena.

A re-escribir se ha dicho que allí es donde comienza el verdadero trabajo de todo buen escritor.

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