El “Borges” de Vargas Llosa

Si somos capaces de dejar de lado las ideologías, los prejuicios que tal o cual autor pueden generarnos por sus tendencias políticas o sus declaraciones, a veces no del todo acertadas. Si podemos abstraernos y mirar el escritor solo como lo que es: “un escritor”. Si podemos incluso meternos de lleno en la obra de ciertos autores, leerla de la A a la Z y salir reconfortados literariamente hablando. Entonces podremos sin lugar a dudas situar entre los primeros puestos de la buena lectura al señor Jorge Luis Borges y al señor Mario Vargas Llosa.

Jorge Luis Borges, el eterno candidato en nuestro corazón al Premio Nobel, ha recibido sin lugar a dudas el mejor premio al cual un escritor pudiera ambicionar: ser uno de los 10 mejores escritores de habla hispana junto con Cervantes, Rulfo, Gabriel García Márquez (que si recibió el galardón sueco) y Pablo Neruda, entre otros.
Jorge Luis Borges, considerado por la crítica como el mayor escritor en lengua española de los últimos siglos, cultivó diversos géneros literarios, centrándose en el ensayo, la narrativa y la poesía, haciendo gala de un perfecto dominio de la lengua castellana.

Mario Vargas Llosa que sí ha sido Premio Nobel, y que también figura entre los mejores escritores de habla hispana del siglo XX y XXI. El controvertido, el polémico, el candidato a presidente, pero sobre todo el escritor que nos ha regalado miles de horas de lectura inolvidables, por ejemplo con “Conversación en la catedral”, “La fiesta del Chivo”, “La ciudad y los perros” y una larga lista.
Mario Vargas Llosa dice: Creo que es el escritor (Borges) más importante de nuestra lengua en la actualidad. Solo comparable a Quevedo, por quien sintió gran admiración. La admiración de Vargas Llosa por el argentino no es nueva. Se encontraron varias veces, la primera fue en 1963, en Francia, donde tuvieron una entrevista de la cual el peruano salió enriquecido. En 1981 se repitió el encuentro que sin lugar a dudas solo vino a sacar un poco más de brillo a la estima de Vargas Llosa por Borges.

Esta colección de artículos, conferencias, reseñas y notas da testimonio de más de medio siglo de lecturas de un autor que ha sido para mí, desde que leí sus primeros cuentos y ensayos en la Lima de los años cincuenta, una fuente inagotable de placer intelectual. Muchas veces lo he releído y, a diferencia de lo que me ocurre con otros escritores que marcaron mi adolescencia, nunca me decepcionó; al contrario, cada nueva lectura renueva mi entusiasmo y felicidad, revelándome nuevos secretos y sutilezas de ese mundo borgiano tan inusitado en sus temas y tan diáfano y elegante en su expresión. Mi estrecha relación de lector con los libros de Borges contradice la idea según la cual uno admira ante todo a los autores afines, a quienes dan voz y forma a los fantasmas y anhelos que a uno mismo lo habitan. Pocos escritores están más alejados que Borges de lo que mis demonios personales me han empujado a ser como escritor: un novelista intoxicado de realidad y fascinado por la historia que va haciéndose a nuestro alrededor y por la pasada, que gravita todavía con fuerza sobre la actualidad.

Así comienza el prólogo del último libro de Mario Vargas Llosa: “Medio siglo con Borges”. El libro reúne conferencias, artículos y conversaciones con el autor de “Historia Universal de la infamia”.

La obra de Jorge Luis Borges es siempre perfecta como un anillo.
Borges no tiene imitadores válidos, a diferencia de Faulkner o Joyce. A sus imitadores, Borges los mata, es decir, los anula.
(…) la belleza e inteligencia del mundo que creó me ayudaron a descubrir las limitaciones del mío, y la perfección de su prosa me hizo tomar conciencia de las imperfecciones de la mía.

Tres frases de Vargas Llosa que resumen la admiración y el reconocimiento de un grande hacia un monstruo como ha sido y sigue siendo Jorge Luis Borges.

“Medio siglo con Borges”, el flamante libro del Premio Nobel peruano dedicado al gran escritor argentino, sintetiza esa admiración y es a la vez un documento único que muestra cómo, dos autores con productos literarios tan diametralmente opuestos desde la técnica, pueden converger desde la estética para mostrarnos que más allá del hombre está el escritor y que el escritor existe porque hay un extraordinario hombre detrás.



Nota en el diario La Nación

(del 25 de julio del 2020)


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