Dime qué te duele y te diré que leer

Gracias a la lectura, el ser humano puede descubrir cuál es el sentido de su vida. Es decir que la práctica de la lectura puede acercarte herramientas eficaces para el auto reconocimiento y para que, de ser un simple espectador impotente frente a las contingencias de la vida, puedas pasar a ser el protagonista de tu propia historia, de tu felicidad y de tus logros.

No es un invento para fomentar la lectura, aunque puede parecerlo. Ya hemos abordado el tema en el artículo “Los libros que curan” donde hablamos de una especialidad que está teniendo un auge interesante, hablamos de la biblioterapia. Te recomiendo leer el artículo para que en este de ahora podamos ahondar un poco más y mejor en la parte práctica de esta propuesta de sanación por medio de la lectura.

Recomendar un libro no es para tomar a la ligera. Uno desde la práctica literaria puede recomendar tal o cual autor, o tal o cual lectura en particular porque conociendo el gusto del otro podemos acercarle esas historias que sabemos lo van a seguir enganchando al vicio de la lectura.
Pero resulta que la lectura, además de producir placer es un hábito que puede llegar a obrar el milagro de la sanación. Si al leer nos transportamos a la historia que el libro nos cuenta, algo debe suceder en nuestro cerebro que lo permita, por eso se puede colaborar medicamente a obtener resultados sanadores sobre ciertos males del alma y del cuerpo gracias a la lectura.

¡Ojo! no huyan despavoridos que no se trata de recomendar libros de autoayuda. Nadie puede extender recetas sanadoras milagrosas que además sirvan para cualquier lector. Sería como decir que la aspirina puede curar el mal de chagas, la anemia o un dolor de cabeza y funciona para todos de la misma manera. La biblioterapia va más allá de ese tipo de propuestas.

La biblioterapia se basa en la literatura y en una idea muy simple: usar los libros para ayudar a la gente. Poesía, cuento, novela, en fin, la palabra escrita como terapia.
La biblioterapia funciona como una suerte de librero emocional, que alguno podría ver como un escalafón superior o simplemente diferente al del librero tradicional. El biblioterapeuta no es un bibliotecario ni un librero, es un especialista que entiende que además de medicamentos por vía oral se pueden administrar otros por vía intelectual. Pero, ¿cuál sería el medicamente literario más efectivo de acuerdo a cada dolencia?

Aclaremos que cuando se habla de dolencias que la lectura puede mejorar no nos estamos refiriendo a una úlcera duodenal o a un enfisema pulmonar. La lectura cura el alma, mejora la esencia del ser humano y puede ayudar a curar ciertos males que aquejan a una gran parte de la humanidad, como por ejemplo: la empatía.
A las pruebas me remito.
Un estudio realizado a un grupo de estudiantes de Toronto se les pidió que eligiera entre dos lecturas: un cuento de Chéjov: La dama del perrito y otro texto que contaba la misma historia pero en un lenguaje mucho más plano, sin las inflexiones propias de la literatura y el estilo del escritor ruso. El resultado fue que aquellos que leían el texto original puntuaban después mejor en exámenes referidos a una escala de empatía.
Luego de tan contundentes resultados, la duda se planteaba respecto a si solamente Chejov sería capaz de elevar el índice de empatía de sus lectores. Se realizaron entonces cinco experimentos diferentes mezclando textos de “alta literatura” y de “baja literatura”. En la alta literatura incluyeron algún clásico (nuevamente Chéjov) y a autores premiados como Don DeLillo, Lydia Davis o Alice Munro. En la baja literatura, por ejemplo, a la romántica Danielle Steel. Los exámenes de empatía fueron bastante contundentes: solo la considerada literatura de calidad mejoraba las puntuaciones de empatía.
Y esos resultados no son casuales. La literatura es, o pretende ser, un reflejo concentrado de cómo nos contamos la vida, un reflejo que ayuda a entendernos algo mejor.

Como manifestaba Marguerite Yourcenar en “Memorias de Adriano”: “La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos”.

Investigaciones recientes muestran que el contacto prolongado con la lectura de historias es una estrategia poderosa para mejorar las actitudes hacia los demás. Tres estudios prueban, por ejemplo, que la lectura de los libros de Harry Potter mejora las actitudes hacia los grupos estigmatizados (inmigrantes, homosexuales, refugiados).

Ella Berthoud y Susan Elderkin son las autoras del “Manual de Remedios literarios” donde sugieren un libro por cada dolencia física o emocional.

Nuestros medicamentos no son cosas que vayas a encontrar en la farmacia, sino en las librerías, las bibliotecas o descargándotelas con tu lector de libros electrónicos. Somos biblioterapeutas y las herramientas de nuestro oficio son los libros. Nuestra botica contiene bálsamos beckettianos, torniquetes tolstoianos, los calmantes de Calvino y las purgas de Proust y Perec. Para crearla, hemos recorrido dos mil años de literatura en busca de las mentes más brillantes y las lecturas más reconstituyentes, desde Apuleyo y El asno de oro, del siglo II, hasta los tónicos contemporáneos de JonathanFranzen y Haruki Murakami.
Y ya desde el prólogo el libro parece anunciar que para cada dolencia hay una pócima.

Entonces, si la aflicción es el abandono físico o emocional que se sufre a una edad temprana, La canción de la llanura, de Kent Haruf, sería el remedio oportuno. El abandono aparece mostrado en cada una de sus páginas y vivenciado por sus protagonistas, pero no a nivel melodrama. La soledad es interna, propia y la solución no tarda en llegar, no mágicamente, sino desde cada miembro de esa comunidad que rodea a los personajes. Es una lección de la que todos podemos aprender: el apoyo puede venir de los sitios más inesperados. Al voltear la última página es como si te hubieran acariciado el alma, como si una voz profunda te dijera: Si te han abandonado, no tengas miedo de tender la mano a la comunidad que te rodea.

Pero si lo que te aqueja es el nihilismo agudo y eres de esas personas que sienten que la vida no tiene sentido, si te parece que todo lo que te rodea es absurdo, quizás cambies de opinión tras leer La vida: instrucciones de uso, de Georges Perec.

Si sufres de pereza y dejadez, si te cuesta encontrar la motivación suficiente para realizar incluso las tareas más elementales del día a día, la lectura de un clásico como El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, quizás te ayude a cambiar tu actitud . El principito no deja de cuidar su rosa, de estar pendiente de arrancar cualquier brote de baobab… y no deja de enseñarte que “es el tiempo y el cuidado que dedicas a las cosas lo que las hace importantes”, señala su autor.

Y ¿qué me dices si rondas los cuarenta (años)? Para quienes transitan la llamada “crisis de los cuarenta”, El año de la liebre, de Arto Paasilinna parece ser el remedio perfecto.
La novela narra la historia de Vatanen, un periodista de 40 años que en un viaje de trabajo con un fotógrafo atropella a una liebre. Se baja del coche y, mientras examina al animal, su compañero se impacienta y se va. Y Vatanen, en vez de volverse a su casa, decide quedarse por allí y vivir aventuras inimaginables. Todo lo que desearías hacer al llegar la crisis de los 40, lo hace Vatanen y ¿Quién te impide emularlo?

Si llegas a casa y sientes que te cruje toda la espalda, desde las cervicales hasta las lumbares (muchos de nosotros sabemos que la mayoría de las veces tiene un origen psicosomático), no hay mejor tratamiento que entregarse a la lectura de El sanador místico, de V.S. Naipaul. Él es capaz de curar cualquier cosa; ha limpiado a un niño de una nube negra y también sanó a una mujer que no podía comer porque los alimentos se le transformaban en agujas en la boca. Olvídate de los analgésicos y lee esta apasionante obra, la primera del Nobel británico de origen hindú.

Y si eres de las/los que viven obsesionados con encontrar el amor de tu vida porque crees que sin eso no vale la pena vivir, si eres de los que emocionalmente entran en largas depresiones si no aparece la otra mitad, esa obsesión puede quedar paliada (o anulada) con la lectura de A la caza del amor, de Nancy Mitford, una refinada novela en la que conoceremos a Linda, una mujer que no deja de comprarse ropa para encontrar a su amor verdadero. Quizás junto a Linda entiendas que no se trata de buscar desesperadamente la felicidad, porque la felicidad (el amor también) aparece cuando menos la fuerzas.

Y si le tienes miedo a la muerte, y un run-run dentro provoque hasta que le tengas miedo a la vida. Entonces te pasa lo mismo que a Jack, el protagonista de Ruido de fondo, de Don DeLillo, cuya única defensa contra ese miedo es su mujer… hasta que descubre que ella también le teme a la muerte y como mal de muchos consuelos de tontos, la muerte pasa a ser lo que es: una consecuencia natural de vivir.

“La muerte aparece a menudo y con total naturalidad y los personajes aceptan su lugar en el orden natural de las cosas, una actitud que quizás con el tiempo se te pegue”, afirman Ella Berthoud y Susan Elderkin, autoras de Manual de remedios literarios.

Si estás enfermo de congoja, si la congoja te paraliza, si no dejas de sentir esa sensación de que te late la sien y no puedes atender ni entender las palabras de nadie, como si una batería golpeara tu cabeza. Te va a parecer poco lo que te pasa –y lo que te ha pasado– cuando leas El cochecito blanco, de Dan Rhodes la historia de Veronique, una caprichosa parisina de 22 años que te demostrará que todo podría haber sido peor.

La soledad no podía estar ausente de esta lista. A veces el mal de muchos suele ser consuelo de tontos y no por tonto te sentirás acompañado (que no es poco cuando de soledad se trata) cuando leas Yo, Claudio, de Robert Graves, una magnífica obra inspirada en la antigua Roma en la que se narran las relaciones de un miembro de la nobleza con su familia, sus aduladores, sus conspiradores y sus supuestos amigos. Hasta es posible que cuando des vuelta la última página, estés encantado de estar solo.

Y si eres un mitómano es el momento de leer: Expiación, de Ian McEwan cuya protagonista, no deja de distorsionar la realidad, y sus interpretaciones erróneas pueden arruinar la vida de sus más cercanos. Esta novela es una verdadera vacuna, un antídoto contra la tentación de contar mentiras.

La tristeza es una afección que puede encontrarnos en cualquier esquina. Ninguno de nosotros estamos exentos de tener un día triste o dos y si son más de tres el remedio es la lectura de: Las bestiales bienaventuranzas de Balthazar B., de J.P. Donleavy. Su humor, “tierno y cálido” servirá de bálsamo mientras sigues los avatares de un joven cuya vida está marcada por las pérdidas de la gente que quiere y una búsqueda constante del amor. Su prosa, exquisita, también se convierte en melancolía sanadora.

Sea cual fuere tu dolencia un par de estas pildoritas te asegura una mejor calidad de vida, y si tienes la suerte de tener cerca un amigo que comparta tus dolores o al menos que los entienda y comparta tus lecturas, la sanación no tardará en llegar y el beneficio en alcanzarte. Porque los libros no solo curan la ignorancia, también sanan el alma.


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