Leo ergo escribo

Me he sentado a escribir una vez más. Escribir es una necesidad que parece haber surgido como por arte de magia, pienso y una vez más me corrijo. Escribir siempre nace de la admiración, del goce, del placer y de una pisca de sana envidia, si es que la envidia puede ser sana. La admiración por un autor determinado, el goce de leer una historia que me hizo palpitar, el placer de seguir leyendo a ese autor, eso me hace escribir. Y es que la necesidad no nace por generación espontánea, nace de las ganas de escribir emulando a ese autor favorito, nace del deseo de que alguien lea lo que escribo y admire, goce, sienta el placer de leer, de leerme. Un placer que renuevo frente a un autor que me deja con la boca abierta y la mente despierta y el alma aleteando.
Así, simplemente así nace en muchos las ganas y más tarde la necesidad de escribir. Escribir, escribir, escribir, a pesar de todo como dijo la sabia Marguerite Duras. Porque escribir termina convirtiéndose en una necesidad y de allí en más: “Siempre llevaré mi escritura conmigo donde quiera que vaya”, no lo digo yo sino Marguerite, y llevar la escritura con uno no es solamente entregarse al acto de escribir sino y sobre todo al acto de leer. Porque, la lectura es el huevo y la escritura es la gallina. Leer, leer, leer a pesar de todo, perdón por el burdo parafraseo pero me brota del alma.
Leer, y si no tienes una formación en letras o si la tienes pero es muy básica, este acto de acercamiento a las palabras es imprescindible. Para eso es necesario leer con una intencionalidad definida, determinada y determinante: la de escribir, porque de eso se trata quieres convertirte en ese escritor que genera admiración, goce placer.

Lo primero que deberás tener en cuenta es disfrutar con la lectura pero sabiendo que además estás realizando una lectura paralela a la del lector común: estarás, y deberás realizar un análisis con características muy concretas: reconocer y extraer recursos que te ayudarán a la hora de escribir tus propias historias. Esos recursos son ni más ni menos que aquello que te produjo admiración, goce, placer. Este análisis que a priori pareciera algo muy complejo, no lo es. Hay un par de claves concretas para que aproveches esas lecturas que te dejan pasmado/a y voy a regalarte esas claves que te ayudarán a leer para escribir. ¿Estás listo? Ten a mano algo donde anotar porque te aseguro que estas claves serán tu compañía en las próximas lecturas, porque si de escribir se trata, primero hay que leer. Allá vamos.

Primero y principal: la observación. Ah! Qué fácil me dirás, observar, solo se trata de observar. No tan así. No se trata de observar todo o cualquier cosa, sino más bien de acotar nuestro campo de observación. Aja, se complica ¿no? No tanto si tenemos en cuenta tres preguntas básicas:

¿Qué me ha gustado?

¿Por qué me ha gustado?

¿Cómo logró el escritor que me gustara?

Y lo que cuenta por supuesto son las respuestas.

¿Qué me ha gustado? La historia, como está contada, la trama, etc. Cada uno se centrará en lo que más ha llamado su atención y es posible que en un primer intento la respuesta sea “me gustó todo”. Sin embargo acá voy a pedirte que afines el foco y te centres en algo determinado: una frase, una descripción, una metáfora, un juego de palabras, el manejo del tiempo o la forma en que con un solo párrafo el autor logró que fueras ese personaje de papel. Y es que todos esos son los recursos que hacen que la historia te atrape. Afina más el lápiz a la hora de subrayar tu historia favorita y si no te gusta escribir los libros, ten a mano una libreta y ve anotando esas frases que te saltan a la vista pero sobre todo esas que te conmueven el alma aunque no sepas de movida si se trata de un recurso o solo de una sensación. No le temas a las notas que con lo que sigue iremos afinando la puntería.
¿Por qué me ha gustado lo que leí? Porque me gusta la historia puede ser una de las respuestas, es un poco vago y será necesario focalizar un poco más. Por cómo está contada la historia, puede ser otra de las respuestas y sin quererlo estarás acercándote al recurso. Una historia puede estar contada de manera morosa, plagada de descripciones que lentifican la acción y quizás eso te agrade y sea lo que te atrapa. También puede ser que el vértigo de los hechos te absorba como un remolino y quizás sea eso lo que busques al escribir tu próxima historia. En este caso estaremos hablando del ritmo, el recurso que más nos atrapa aunque no sepamos que es un recurso. Cada cual baila al son de una melodía y no todos prefieren el rock, a veces el vals puede ser más trepidante si nos dejamos mecer al son de la música. Por eso es importante que descubras qué música te hace soñar, gozar y puedas entender por qué. Porque prefiero dejarme mecer por la cadencia, porque el vértigo de la acción sin respiro me hace vibrar. La respuesta es solo tuya, no hay una sola forma de lograr que algo conquiste a tu lector pero no dejes de escucharte como lector: si ese algo te ha conquistado mientras leías, no dudes en remedarlo mientras escribes, esa es la idea.
Y la tercera pregunta quizás sea la más difícil de responder ¿Cómo logró el escritor que me gustara? Aquí te propongo volver a leer el párrafo en cuestión. Repasar frase por frase y anotar todo aquello que te ha llamado la atención. Seguramente estarás respondiendo a las preguntas anteriores y en ese caso te cuento: lo estás haciendo muy bien. Porque las dos primeras preguntas han sido solamente una forma de ponerte en alerta. Reitero: toma notas, haz esquemas, listas de todo lo que te ha gustado, más tarde reflexionarás en profundidad e irás descartando lo superfluo.

Qué difícil, me dirás. Y sí es cierto, es complicado al principio y quizás un ejemplo vale más que mil palabras. El ejemplo de los comienzos suele ser un buen punto de partida. Así empieza la novela Corazón tan blanco de Javier Marías:

“No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa…”

Este comienzo siempre me pareció no solo enigmático sino inquietante. Te acerco las respuestas que yo misma me he dado.

Me ha gustado porque me despierta curiosidad por saber quién es el narrador, es decir quién ha vivido y cuenta la historia. Me ha gustado porque plantea un enigma ¿por qué la mujer desea quitarse la vida? Me ha gustado por la forma de contar el pensamiento de un supuesto suicida despojándolo de dramatismo. Y para resumir me gusta este comienzo porque con esas incogniticas el escritor ha logrado engancharme. El resultado es que he leído la historia completa y debo confesar que en ese comienzo está el porqué de toda la historia. Y en esas respuestas está mi admiración desde los recursos utilizados: plantea una incógnita que me impele a leer para develarla. El narrador no aparece y eso inquieta más de la cuenta, otro recurso que me ha hecho encender las alarmas y buscar solución en la historia. Juega con lo inesperado el suicidio ¿se produce o no? En definitiva el recurso por antonomasia que utiliza Marías en este comienzo es el de la duda, fijate la de veces que utilicé la palabra incógnita, y en medio de muchos otros recursos este es el que en mi caso particular me invita a seguir leyendo. En tu caso querido lector y futuro escritor ¿Por qué te gusta lo que estás leyendo?

Sobre todo sigue leyendo hasta encontrar eso que te gusta, que te provoca admiración, goce, placer. Porque en materia de palabras el orden de los factores sí altera el productor por eso, recuerda: Leo ergo escribo. Leo luego escribo.

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