La primera novela del mundo

¿Cuáles son los requisitos para que una historia sea considerada una novela? Hay bastantes divergencias y es difícil que más de dos teóricos se pongan de acuerdo. Para simplificar la concepción de novela podemos remitirnos a la RAE: Obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres.
Si la definición de este género amado por cientos y cientos de lectores en el mundo les parece complicada, más difícil resulta determinar ¿Cuál es la primera novela del mundo?

Y entonces empiezan a barajarse nombres como Boccaccio, Geoffrey Chaucer, Maquiavelo, incluso Miguel de Cervantes. Pero no fueron ellos los pioneros. Atención señores, atención ustedes también señoras: la primera novela del mundo fue escrita por Murasaki Shikibu, una mujer.
Se trata de “La historia de Genji” (“Genji Monogatari”, es el título en japonés), que narra la vida y los amoríos del príncipe Genji en la corte de Kioto durante el siglo X. Murasaki Shikibu era una joven noble, nieta de un gran poeta. Nació en el año 973 y murió en el año 1013 a los 40 años. Perteneció a una familia aristocrática de rango medio. En 998 contrajo matrimonio, pero enviudó dos años después. Su destino en la corte estaba dedicado principalmente al servicio de compañía de la emperatriz Akiko, en gran parte debido a su gran talento como narradora.

El libro, es un verdadero canto a la belleza, escrito con una sutileza que solo los japoneses y las mujeres japonesas eran capaces de alcanzar. A lo largo de sus más de 4.000 páginas logra un acabado retrato de las costumbres de su época. La novela no se contenta con ser la primera sino que además aglutina géneros que más tarde, incluso en nuestros días, siguen siendo interesantes tratados existenciales. “La historia de Genji” es una novela de iniciación, un relato erótico y amoroso y un gran friso de una sociedad que puede emparentarse con la literatura realista de comienzos del siglo XIX. Además, se adentra en la fragilidad de sus personajes, una novedad en el siglo XI y un tópico obligado del siglo XXI, que establece el vínculo directo de ‘Genji’ con la novela contemporánea.
Tanto por la extensión, los contenidos, y la calidad literaria, la obra es considerada una de las más influyentes dentro de la literatura japonesa. Es una novela de corte moderno que narra la vida política y amorosa del príncipe Genji y de sus descendientes, reflejando la vida de la corte imperial japonesa al tiempo que describe las emociones derivadas de la poligamia usual de la época. Y como si todo eso fuera poco, para considerarlo un libro de lectura obligatoria, también refleja el carácter fugaz de la vida, una cuestión existencial que parece propia de los existencialistas del siglo XIX y que sin embargo es una preocupación que persigue al género humano desde siempre.

Hay un hermoso pasaje que recrea una de las pasiones de los japoneses; el hanami, es decir, observar el florecimiento de los cerezos. Apreciarlo es un placer para ellos porque las flores del cerezo son muy bellas y delicadas, pero también porque sienten cierta tristeza o melancolía ante su fugacidad, conscientes de lo efímeras que son, de lo pronto que se marchitan. Lo efímero del ser humano, la fragilidad y la melancolía de ese pasaje se emparentan con la angustia existencial que tan bien hemos encontrado, aunque con otros recursos, en ciertos pasajes de “La náusea” de Jean Paul Sartre.
La novela no sólo es una de las más antiguas del mundo, comparable en calidad con los grandes clásicos occidentales, sino que además tiene la particularidad de haber sido escrita hace mil años y por una mujer que no tuvo que esconder su género bajo pseudónimos masculinos.

Además de esta, su primera novela, Murasaki Shikibu escribió unos diarios que reflejan su vida y sus sentimientos. En ellos explica su desorientación y sensación de vacío al morir su esposo. Los estudiosos creen que, aunque empezó a escribir la novela antes de fallecer su marido, fue durante la primera etapa de viudedad que le dedicó más tiempo para aliviar su soledad.
La soledad, la angustia de vivir, el sinsentido no son situaciones que puedan descolocar a quienes asistimos al derrumbe de los valores humanos de este siglo XXI. El vacío existencial es el motor que hace funcionar la novela en nuestro presente pero también lo ha sido en un tiempo pretérito. Lo será sin duda en un futuro porque en la novela no solo hallamos horas de esparcimiento sino la verdad de la vida condensada en bonitas palabras que nos permiten dejar que el alma tiemble y retiemble al son de historias que bien pueden ser la nuestra.


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