Ese irresistible triángulo

La fidelidad es según la RAE: Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona. La infidelidad por oposición sería ni más ni menos que todo lo contrario. Ahora bien, si llevamos esta observancia al terreno de los afectos, estaríamos hablando de adulterio como sinónimo de la infidelidad. Y así llegamos al terreno que nos interesa: el adulterio (la infidelidad) en la literatura.

La infidelidad es un acto que ha estado siempre presente en la historia de la humanidad, real o ficticia, desde sus orígenes. Y como la literatura re-crea la realidad, no queda exenta de re-crear uno de los actos que más lectores atrae desde tiempos inmemoriales: la infidelidad. Ya en la Biblia se encuentra a la primera infiel que curiosamente coincide con la primera mujer: Eva. La madre de la humanidad es una adúltera que traiciona a su marido y a su padre cayendo en la tentación cegadora de la luz emanada por el ángel caído y quizás en ese libro, que Jorge Luis Borges consideraba el mejor exponente de literatura fantástica: “La Biblia”, comienza todo un periplo de infidelidades.

La historia de la literatura arranca precisamente con una infidelidad, la de Helena de Esparta. Durante la Edad Media al nombre de la famosa Helena se añaden los de otras infieles universales, como el de Lady Ginevra, que traiciona al rey Arturo con Lanzarote; Isolda, amante de Tristán, o Francesca de Rimini, a quien Dante Alighieri inmortaliza en “La Divina Comedia” como símbolo del adulterio y la lujuria. Nuestro escritor más universal, Cervantes, no elude el tema de la casada infiel en su cuento “El viejo celoso”. Tampoco lo evita Shakespeare en “Otelo”. Otelo sospecha de la traición de su esposa, Desdémona, y aunque ésta es inocente decide matarla.
No obstante estos antecedentes, será recién durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta el primer cuarto del siglo XX cuando surgirán las mejores novelas sobre infidelidad, novelas que estarán dotadas de gran carga dramática y excepcional calidad literaria. “La letra escarlata” de Nathaniel Hawthorne,Madame Bovary” de Gustave Flaubert; “Anna Karenina” de Leon Tolstoi, “La Regenta” de Leopoldo Alas (Clarín), “El velo pintado” de W. Somerset Maugham, “La señora Dalloway” de Virginia Woolf, “El amante de Lady Chatterley” de D. H. Lawrence constituyen buenos ejemplos.

Y ¿Por qué nos atraen las historias sobre adulterio?
La infidelidad le puede proporcionar a la persona que es infiel, momentos placenteros, entre ellos: 1) satisfacción emocional, personal y sexual, 2) sensaciones frescas, vibrantes y de placer; difíciles de sostener en una relación de larga duración y 3) experiencias de variedad sexual y de excitación.
Algunas personas reportan que a través de la infidelidad han combatido la soledad; se sienten escuchadas, atractivas, especiales, valoradas y deseadas.
La búsqueda de sensaciones, la necesidad de tener experiencias nuevas, variadas, complejas e intensas está unida al deseo de arriesgarse tanto a nivel físico como social, y el adulterio parece ser una de esas formas de obtener un placer que la vida cotidiana suele negarnos.
A falta de arriesgarnos a vivir experiencias de ese tipo en la vida real, la literatura nos da la oportunidad de vivirlas emocionalmente sin involucrarnos. Una vez más la literatura cumple nuestros más ocultos deseos a través de personajes que quisiéramos ser. Pero, ¿por qué la infidelidad en la literatura parece estar representada solo por la mujer?
Estadísticamente los hombres se involucran más en relaciones sexuales extramaritales que las mujeres, sin embargo, en la literatura la infidelidad de la mujer parece ser el centro de atención de autores y lectores.
Sin lugar a dudas es porque la mujer ha sido marginada desde épocas remotas y desde entonces considerada con menos derechos que el hombre incluso respecto de su propio cuerpo. La infidelidad en el hombre es motivo de chanza y hasta pareciera consolidar su posición de macho. La mujer adúltera es cuando menos una prostituta y esa equívoca consideración unilateral es un estigma que desde siempre atrae por lo prohibido, en épocas remotas y en el presente como una forma de reivindicación de derechos. Lo cierto es que el adulterio sigue siendo uno de los temas preferidos por muchos autores y no menos lectores con el afán de derribar ese estereotipo, ese estigma, que a pesar de los muchos movimientos feministas, sigue siendo el mismo. La mujer infiel es una zorra. Y no siempre es así.
En Occidente, las grandes conquistas femeninas en materia de igualdad, con el reconocimiento de derechos ligados a la sexualidad femenina y el decaimiento de las leyes que sancionaban el adulterio, junto a la aceptación social del divorcio, hacen que desde las décadas centrales del siglo XX el tema comience a ser menos tratado. Con todo, no desaparece del panorama literario, aunque las nuevas novelas aportan cambios en el enfoque. Destacan en este período “El último encuentro” (1942), de Sándor Márai, una verdadera apología a la amistad entre dos hombres que se confiesan muchos años después los sentimientos que provocó en ambos una misma mujer; obras en tono de humor como “Doña Flor y sus dos maridos” de Jorge Amado, “Las edades de Lulú” de Almudena Grandes, en la que la protagonista no deja nada por explorar en el ámbito de la sexualidad y el deseo.

La mayor igualdad y libertad de la mujer en el siglo XXI y el debilitamiento del modelo patriarcal en la sociedad occidental llevarían a pensar que en nuestros días el triángulo amoroso como tema literario no tendría tanto interés como en un contexto histórico caracterizado por la represión. Sin embargo, fenómenos editoriales como “Adulterio”, de Paulo Coelho que en el año 2014 se transformó en un boom a los pocos días de su publicación, reafirman que en pleno siglo XXI el triángulo amoroso sigue suscitando el interés de autores y lectores.
El sentido común nos dice que en una sociedad igualitaria como la que pretendemos, alejada de esquemas patriarcales, el reproche inherente al engaño amoroso debería ser idéntico para hombre y mujer, sin embargo, la realidad aún nos dice otra cosa. Si además tenemos en cuenta que las barreras sexuales no existen, que los engaños se han bifurcado y crecido exponencialmente y que un hombre puede engañar con otro hombre y una mujer con otra mujer. La infidelidad no solo es materia viva en la literatura sino que ocupa los primeros puestos a la hora de abordar una temática, sea desde el autor como desde el lector.

Hoy por hoy hablar de la mujer que engaña no es novedad como tampoco lo es el hombre adúltero ni las relaciones homo y bisexuales. Y quizás por eso la literatura, una vez más, enarbola la bandera de la igualdad como divisa y sin hacer una apología del adulterio, pone blanco sobre negro.


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