Crecer leyendo

Querido lector,

Si leer te parece un acto automático lo es ahora que has recorrido un largo camino entre palabras. Comenzaste a balbucear las primeras sílabas en voz alta como para asegurarte de que estabas en lo correcto. Casi siempre había alguien que te aprobaba o reprobaba y tu camino entonces era más sencillo. Con el tiempo ya no te hacía falta leer en voz alta y te comías las palabras, las bebías como si de una pócima encantada se tratase. Y conociste “Ana de las tejas verdes”, “Mujercitas”, y has soñado con estar en una isla “La isla del tesoro.” Y con semejante comienzo seguiste. Más tarde a tu boca de lector le salieron dientes y entonces masticabas, deglutías, engullías, y como un voraz depredador ibas por la siguiente presa, el siguiente libro. No podías parar y fuiste por la saga de “El señor de los anillos” y por la “Harry Potter” y…
El tiempo fue pasando, implacable y a su vez axiomático y no fue en vano porque has masticado tantas palabras que ahora tu boca no las pronuncia y aunque las sigues devorando es ahora tu mente la que mastica, deglute, engulle a la velocidad del sonido. Y has pasado como un cometa a los clásicos: Madame Bovary, Guerra y paz, incluso has probado suerte con En busca del tiempo perdido, ¿que todavía te faltan un par de tomos?, pues allá irás un día de estos porque también hay que darles espacio a Italo Calvino a Gabriel García Márquez a Luis Landero a Enrique Vila Matas y a tantos que se te hace agua a la boca. Despacio que si no hay tiempo seguro que te lo tomarás aunque sea en la cola del banco o en la sala del dentista.
Leer se ha convertido en un acto automático y hasta vital a tal punto que ya ni siquiera te preguntas qué competencias se ponen en juego a la hora de leer, un libro es casi un apéndice de tu cuerpo y me equivoco cuando digo casi porque incluso no puedes dormir tranquilo si sobre tu mesa de luz no te espera, con solo estirar la mano, un libro, “tu libro”.  
Es probable que a esta altura de tu vida te hayas convertido en el Tiranosaurio Rex de los lectores y que a tu paso por una librería los anaqueles tiemblen o que en las bibliotecas seas tan conocido como una estrella de Hollywood y todos bajen los ojos conjurando en silencio al Dios de la lectura a tu paso.
Quizás a esta altura te hayas convertido en un “buen lector”, puede que sí, puede que no. Lo que nadie pondrá en duda es que si no has alcanzado esa meta lo seguirás intentando porque aunque haya corrido mucha agua bajo el puente de tus lecturas las compuertas siguen abiertas y mientras haya aliento habrá esperanza de alcanzar un libro más.
Querido lector, sigue adelante. Somos muchos en esta cruzada y el Santo Grial de los libros nos espera donde menos lo pensemos. Por eso, no descuidemos ninguna librería, ninguna biblioteca ni siquiera las electrónicas, cualquier formato es bueno para alcanzar el elixir de un libro más.

El destinatario anónimo de la carta anterior puede tomar forma y corporizarse en quien esté leyendo este artículo y espero que así sea porque esa carta está destinada a ti, sí a ti querido lector, querido “buen lector”. A ese que se ha forjado a lo largo de los años porque un “buen lector” no nace, se hace, la lectura no es un don natural, sino un arte que se aprende y cuanto más se practica mejor se vuelve.
Pero qué cualidades tiene o debe tener un “buen lector”.
El buen lector no sabe por qué elige un libro, y a veces sospecha si no será que el libro lo elige a él.

El buen lector recomienda sus lecturas, porque le gusta que otros conozcan y disfruten lo que él conoció y disfrutó.
El buen lector a veces piensa que Borges tenía razón, y que lo que tomamos por realidad acaso sean ficciones que alguien sueña, ¡vaya uno a saber!
El buen lector lee porque leer es comprender, y en un mundo tan complejo como este, la lectura es una inestimable ayuda.
El buen lector nunca se pregunta para qué sirve la literatura, porque sería como preguntarse para qué sirve la luna, dar un paseo, oler la hierba o mirar las nubes.
El buen lector lee porque leer es comprender, y en un mundo tan complejo como este, la lectura es una inestimable ayuda.
El buen lector como dijo Daniel Pennac tiene derechos inalienables: el derecho a no leer; a saltarse las páginas; a no terminar un libro; a releer; a leer lo que sea; el derecho al bovaryismo (enfermedad de transmisión textual); el derecho a leer donde sea; a hojear; a leer en voz alta; el derecho a callarse.
El buen lector sabe que su patria está en cada libro, que su mundo lo espera tras las tapas del siguiente y que en esos mundos siempre habrá cabida para uno más.

Querido lector si has llegado hasta el final de este artículo o eres un “buen lector” o al menos intentas averiguarlo y/o conseguirlo. Hay tantas cualidades que quizás te falten, tantas otras que irás adquiriendo. Tantas como lectores hay en el mundo.

El poeta Alejo Carbonell opina que “…un buen lector es aquel que es capaz de disfrutar un texto sin prejuicios”. “El buen lector debe tener memoria, imaginación, cierto sentido artístico y un diccionario al lado”, como decía Vladimir Navokov. El escritor español Antonio Muñoz Molina dice entre otras cosas que: “El buen lector no sólo ama la literatura y la literatura de ficción, también ama los libros de historia, ama los libros de explicación de naturaleza, de ciencias naturales, el buen lector también ama los mapamundis”.

Si leer te parece un acto automático lo es ahora que has recorrido un largo camino y haz crecido entre palabras. Lo cierto es que al leer se ponen en práctica: la imaginación, la memoria, la curiosidad, se activan competencias desconocidas, se conocen secretos del mundo, del universo, de otros seres humanos. Quien lee genera una empatía con el otro a niveles superiores de quienes no leen. Un buen lector se anticipa, adivina lo que va a leer y se pregunta qué pasará más adelante, o sea que también te conviertes, no en adivino pero sí en un meticuloso analista de las palabras, de los dichos, de las aseveraciones. Leer templa el espíritu y te hace más paciente, un sabio esperando sabiduría. Leemos con los ojos pero también con la mente, con el corazón, con las tripas. Leemos luego somos.

Querido lector: ¿Cuántas de estas cualidades descubres en ti? ¿Cuántas te faltarían sumar? ¿Cuántas sumarías a esta lista?


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