El género policial es una sana costumbre

“La Trilogía del Baztan”, de Dolores Redondo o la de “La ciudad Blanca”, de Eva García Saenz de Urturi y por supuesto, las historias del comisario Montalbano, del recientemente fallecido Andrea Camilleri, o las del comisario Brunetti, de Donna Leon y no olvidemos la serie de doce novelas negras sobre el inspector Kurt de Henning Mankell, por nombrar solo algunos. Si eres un asiduo lector es imposible que no hayas sucumbido ante una buena novela policial, quizás alguna de las anteriormente mencionadas.
Es posible que dentro del policial prefieras los thrillers o la novela negra como “La desaparición de Stephanie Mailer” de Joël Dicker, “El psicoanalista” de John Katzenbach, “La cadena” de Adrian McKinty, uno de los últimos que he leído y que recomiendo.

Desde el primer policial “Los crímenes de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe, pasando por Arthur Conan Doyle y su “Sherlock Holmes”, deteniéndonos en Agatha Christie y “Los 10 negritos” y llegando incluso a sucumbir ante Stieg Larsson y su trilogía “Millennium”. El policial garantiza horas de distracción y por qué no de evasión de una realidad que a pasos agigantados nos supera y conmociona.

La novela policial es una narrativa en la cual mediante la observación, el análisis y la deducción lógica aplicada a un hecho delictivo, se busca descubrir al autor de un delito y sus móviles.
Definida como género, también corresponde mencionar que ha sido considerada durante siglos (el XVIII y el XIX principalmente) un subgénero menor dentro de la literatura universal. Hay críticos que sostienen que tanto el cuento como la novela policial son expresiones de un género menor, producto de la cultura de la masa, y que por esto, buscan sólo entretener, divertir, distraer. Para quienes adoptan una postura más radicalizada, se trata de una literatura de evasión. Mi opinión personal es que lectura es lectura y peor es ir por el mundo dando tumbos y buscando otras formas de entrenamiento menos convencionales u ortodoxas.
Lo cierto es que hoy en día, el policial es uno de los géneros que más vende, ninguna librería o editorial que se precie de tal puede obviar el policial dentro de sus recomendaciones de lectura.
Nadie que lo haya intentado puede negar que el género policial atrae, seduce, atrapa, subyuga, entretiene y es un camino sin retorno porque cuando has leído uno es inevitable que vayas por más.
Pero, ¿por qué? ¿Hay algo oscuro en nuestro interior? ¿Hay una insaciable sed de justicia que nos motiva? O solo buscamos entrenamiento, desconectarnos de las preocupaciones del día a día.

Según Richard Alewyn (crítico literario y profesor universitario) la lectura de novelas policíacas … posibilita al lector deshacerse de sus latentes instintos criminales de una manera inocente y no perjudicial.
Un estudio sobre los asesinos en serie realizado en 2005 por la Unidad de Análisis de Conducta del FBI concluyó que: … no son monstruos y pueden no parecer extraños. Los asesinos en serie a menudo tienen familias y hogares, empleos y aparentan ser miembros normales de la comunidad. Son expertos en interpretar roles y muy partidarios de parecer normales.

Lo cierto es que de alguna forma los policiales nos ayudan a comprender la maldad, este tipo de historias nos interesan porque podemos ponernos en el lugar del asesino para entender por qué lo hace. J.D Barker, autor de thrillers psicológicos opina que … a diferencia de los vampiros, fantasmas y similares, los asesinos en serie son ‘reales’. La persona que está delante de nosotros en la cola del supermercado, o la que vive al otro lado de la calle podría serlo. Esto es aterrador y, seamos sinceros, nos gusta pasar miedo.

Nos permite comprender que un asesino no es un monstruo sino alguien con evidentes desarreglos psicológicos que incluso podríamos ser nosotros mismos.
Pero también puede ser que, depende del caso, nos paremos de la vereda de enfrente, allí donde está el policía o el investigador privado que es una figura a la que nos gustaría emular porque suele comportarse de manera perfecta tanto que a veces nos resulta inalcanzable y ese imposible también nos hace psicológicamente dependientes de ser lo que quisiéramos y no podemos.
Tanto de un lado como del otro el policial sin ser un tratado de psicología, hace que sea más fácil y sencillo identificarnos con nuestras frustraciones, miedos, dudas y errores sea de la vereda que fuere donde nos paremos. El asesino nos encandila con su libertad, su enfrentamiento con el poder y la autoridad, su parte de triunfo fuera de las reglas sociales. El investigador nos arrebata con su sed de justicia, con la posibilidad de poner blanco sobre negro y permitir que el mal no triunfe. Un verdadero héroe que quisiéramos tener de amigo.

Parece simple y sin embargo años de terapia quizás no lograrían lo que un policial puede acomodar dentro de nosotros. Por eso el policial puede ser una sana costumbre, puede convertirse en una forma de canalizar nuestros pensamientos y emociones negativas, puede ayudarnos a enfrentarnos a nuestro lado emocional y cognitivo más oscuro de forma sana, segura y controlada. Y lo que nadie puede negar es que nos propone horas de esparcimiento y si sabemos elegir un buen autor, un libro con vuelo literario, el placer de leer incluso puede verse compensado de manera doble.


Libros en el artículo

  • La desaparición de Stephanie Mailer – Joel Dicker
  • Los hombres que no amaban a las mujeres – Stieg Larsson
  • La cadena – Adrian McKinty
  • El psicoanalista – John Katzenbach
  • Los 10 negritos – Agatha Christie
  • La falsa pista – Henning Mankell
  • El guardián invisible – Dolores Redondo
  • La forma del agua – Andrea Camilleri

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